domingo, 8 de abril de 2018

Ready Player One

Han pasado poco menos de veinte minutos desde que salí de la sala de cine y llegué directo a mi computadora para escribir esta nota. No hay mejor forma que revivir temporalmente este blog (ahorita estoy clavado con otros temas) que con esta película.

Disclaimer: Esto es más una poética en ensayo que una crítica.

Para esta entrada nos centraremos exclusivamente en la película, no en el libro de donde proviene, ¿por qué?

  1. Para evadir el cliché clásico: “el libro es mejor”, OBVIAMENTE es mejor y siempre, en todos los casos será mejor, ese argumento dejó de ser válido desde Steel Magnolias.
  2. Porque es un medio masivo que seguramente podrá alcanzar a más personas en su corrida cinematográfica que el libro en sus reimpresiones y quisiera discutir las implicaciones del discurso.
  3. Porque se me da la gana :D

Es virtualmente obvia la forma en que mucho de esta película se cuelga del sentido de nostalgia y pertenencia del espectador y esto no es algo negativo. Spielberg construye una sinfonía maravillosa llena de guiños que dejan ver su propio bagaje cultural y consumo de la cultura pop en un manifiesto que le habla de uno a uno a su espectador, bien conocido, bien segmentado y ultra dirigido. Definitivamente, a pesar de ser una “buena película” (ya saben por qué las comillas), es en definitiva una película con un nicho muy bien definido.

Quisiera abordar la película y su mensaje propio, el cuál encuentro valioso, usando como guía citas específicas de la película que, aparte de ser significativas para mí, sintetizan adecuadamente los pilares del discurso.

Disclaimer 2: las citas pueden variar bastante de como son realmente porque se las dejé a mi memoria.

“A kid will be the owner of biggest economic source of the world”

Una visión transparente a la percepción que tiene IOI y su C.E.O. sobre el OASIS y que es bastante paralela a lo que podríamos apreciar en muchos estratos del entretenimiento actual.

Si bien es una crítica predecible y común, no deja de ser vigente. En toda la masa de referencias a los signos y personajes de culto que Ready Player One muestra, encuentra un tiempo exacto para recordarte dos cosas: 1. que todo ello, por maravilloso que parezca se ha convertido en una forma de negocio absorbida por compañías cuyo principal interés debe ser (según nuestro modelo capitalista) sus utilidades y 2. la lucha entre la soberanía del “making a buck” y el “have fun” se ha vuelto más reñida con los años.

Esta puede ser una denuncia pública del mismo Spielberg sobre el mundo al que pertenece, puede ser una declaración de guerra a las franquicias sin control o puede ser un sencillo argumento con el que el espectador se puede identificar. ¿Quién sabe? Lo importante de esta frase no viene de su significado contra el impacto del gigante corporativo, sino en algo mucho más sencillo: ¿qué es lo que vemos y pensamos nosotros como individuos?

Para mí, el limbo de significación se encuentra en la dicotomía de qué es precio y qué es valor. Yo gasté $10,000 en un Nintendo Switch que mi madre considera “demasiado costoso” porque lo vemos desde dos puntos de perspectivas diferentes. Para los protagonistas, perder el OASIS ante IOI no se trata de perder el control de sus finanzas o de su patrimonio, se trata de dejarles una parte de su vida. IOI tiene una verdadera fuerza comercial y tecnológica, como se nos muestra en la cinta, quizá hubieran podido crear un verdadero esplendor con el OASIS; sin embargo, los jugadores no buscan algo “mejor” o “más caro”, buscan una experiencia que es irrepetible. Para este Zeta (again, película, no libro) la primera motivación es la misma que muchos de nosotros tenemos al encender un juego: llegar a la meta, vivir la experiencia, las llaves no son la clave a la riqueza, o al menos no en una primera intención, sino a la grandeza a la que todo ser humano aspira tarde o temprano en su vida.

Esta parte del discurso tiene también otra vía de lectura menos evidente: la relación uno a uno entre el jugador y su juego. Con el constante crecimiento de la industria del videojuego, se ha cambiado el perfil del jugador y han surgido muchos nuevos, hemos evolucionado con ellos porque, ya sea como fuerza cultural, creativa o económica, se han convertido en una industria vital para el mercado global. Ahora demandamos más cosas, porque conocemos más cosas y estas se capitalizan también en nuestro imaginario: cada vez mejor gráfico, cada vez mejor interfaz, cada vez mejor inmersión, un juego sencillo de Atari ya no nos “es divertido”, no nos complace su simpleza, su facilidad, su apariencia, queremos más. Esta es la otra forma en que se puede leer esta frase, ese lado oscuro del jugador, tan acostumbrado al avance moderno, que también demanda ese lado comercial a su experiencia de entretenimiento al grado de, en muchos casos, hacerle perder el valor histórico cultural a algo que comenzó quizá como una forma de alegrarse al final del día.

“He’s my best friend in the OASIS… He’s my best friend”

Elegí esta para evitar la cursi “the OASIS is not a one player game”, pero la idea es la misma. Conectar con otra persona puede volverse complicado, especialmente en tiempos donde existen más barreras invisibles que físicas. Sin embargo, un interés en común, un momento compartido, una rivalidad inocente, todo esto puede convertirse en una forma de conectar con el otro, de forma real y de forma virtual.

Hemos construido un imaginario en que vemos al mundo digital y a las redes sociales como un “gran problema” en el mundo. Entre la búsqueda de la objetividad noticiosa y la aparente pérdida de la interpersonalidad real, hemos tachado a este universo como el camino a una inevitable catástrofe que Wall-E usa como centro de su mundo. Puede que así sea. Sin embargo, hemos aprendido a movernos en este nuevo ambiente y a crecer con él, hemos aprendido a experimentar y a descubrir sus límites. Ciertamente representa un peligro para algunas de nuestras costumbres actuales, siempre y cuando lo dejemos tomar control total.

En Ready Player One nuestros héroes tiene  un rasgo común importante: son absorbidos por la red sin ser consumidos por ella. La cinta nos habla de mediar entre estos dos “yo”, entre nuestra identidad Goffmaniana y nuestra identidad real y entender, muy a pesar, que no son lo mismo sino una construcción artificial del yo en performance y, sin embargo, los efectos de este nuevo mundo pueden llegar hasta nosotros tarde o temprano.

“I will not make the same mistake you did”

Un dejo ligero de la propia identidad del director, una pieza que nos comparte de lo que piensa de sí mismo.

Con los años, el auge del mundo del entretenimiento y su potencialidad transmodal han puesto “de moda” sus formas y signos. Ahora, ser geek (etiqueta que veo bastante problemática) es “lo de hoy”. Construimos un mundo totalmente inmiscuido en nuestros símbolos de “identidad” que a veces pasamos por alto el hecho de que estos también con marcas, también son filiales, también son recursos económicos. Por un lado, deploramos el hecho de ver “publicidad” en todos lados cuando llevar una camiseta de Avengers nos convierte en publicidad andante. ¿Cuál es la diferencia? El valor otorgado, los usos y gratificaciones (para usar un mejor término), el qué tanto significa eso para ti como usuario.

No obstante, esta virtud tiene su vicio y así como IOI capitaliza el OASIS para fines egoístas nosotros, como usuarios, como fans, podemos hacer lo mismo. Con esta nueva “moda” del geek hemos creado etiquetas y tribus que alimentamos según las amenidades de los universos que consumimos, ¿pero hasta qué punto los consumimos y hasta qué punto dejamos que nos consuman? Ahora vemos el conocimiento especializado de estos “fandom” como una moneda de cambio y pretendemos crear divisiones económicas según el capital de “especialización”. No jugamos para compartir, jugamos para competir, no consumimos para convivir, consumimos para segregar. Hemos creado estratos y obligaciones sociales en que ser llamado “poser” es un insulto de gran gravedad, en que quién tiene más datos es, de alguna manera, un ente con una moralidad superior y en el que la añoranza nostálgica se convierte en una tóxica obsesión por ella, para usarla como arma contra los jugadores “menos dignos” de nosotros y nuestro universo.

Es aquí donde Ready Player One no solamente hace una oda que exalta la cultura geek a las altas esferas de apreciación, sino que también rebaja este halo divino a un plano profano y nos recuerda que si Street Fighter y Halo, si Aventure y Overwatch pueden compartir una causa común, verse a los ojos como iguales y ser una sola gran fuerza orgullosa de defender su mundo, nosotros podemos hacerlo también, sin capitalizarlo, sin ver quién es “más fan” y así satisfacer la misma necesidad egoísta de IOI: no juego para colocarme sobre ti, juego para reconocerte a mi lado.

“There’s nothing more real than reality”

La frase de cierre de la cinta y para mí un discurso extravagante y curioso. ¿Por qué, fue mi primer pensamiento, una película que exalta la fantasía, la realidad alterna y nuestra necesidad por refugiarnos en estos mundos pondría este mensaje como su moraleja final? Porque sigue siendo también un discurso vigente y es, incluso, casi obligado al dirigirse a su audiencia cautiva.

Sí, estos universos que creamos y consumimos son nuestros por apropiación y sin útiles como forma alterna de vida vicaria. Todos hemos sido ese niño que juega solo en su habitación, que lee sus cómics en la cama, que mira su película favorita una y otra vez. Sabemos claramente todo el conocimiento profundo que tenemos de esos mundos y tenemos presente la idea de que no todos a nuestro alrededor lo comprenden (ergo, esta falacia del geek como el “bicho raro”, irónicamente ahora más popular que otra cosa); no obstante, ¿nos hemos detenido a pensar que tanto nosotros comprendemos de ese mundo a nuestro alrededor?

Ready Player One, a pesar de su fuerza nostálgica tan amplia, a pesar de su discurso engrandecedor de esta cultura, a pesar de la espectacularidad performática de nuestros símbolos, nos da un último jalón de orejas y nos recuerda que hay mucho más allá de los monitores de nuestras pantallas.

Todos los que nos identificamos con este mundo sabemos estos “eye rolling moments” de la vida y, sin embargo, la cinta nos hace un llamado a reevaluarlos en nuestra visión periférica. Finalmente, quizá no esté tan mal poner en pausa la consola diez segundos para una foto familiar, quizá no sea tan molesto dejar el libro para platicar con quienes nos acompañan en la comida, quizá no sea tan grave aplazar una partida para mirar el cielo de la tarde. Quizá, a pesar de lo hermoso de estos universos y lo necesarios que han sido para nosotros como edificadores de la identidad, también podamos encontrar en algún momento ese mismo confort en un mundo del que no podemos desligarnos completamente, pues sigue siendo “el más real”.

Finalmente, creo que es una cinta con un valor discursivo muy amplio y también con una construcción creativa maravillosa. Personajes limpios y bien delimitados, una estructura dramática que evita los tiempos muertos y un entramado literario adecuado para colocar la comedia, el drama y la catársis en los momentos adecuados. Quizá pueda ser, para un ojo menos acostumbrado, bastante ruidosa y cargada, pero es una película rica en estímulos visuales necesarios que sabe encontrar el punto ideal para apostar a la espectacularidad sin caer en la saturación. Los tintes y guiños variados de muchas franquicias y diferentes historias le dan una cualidad “larger than life” para que pueda ser visualizada (no sólo vista) por un mercado plural, sin edad y sin género y que puedan compartir, en diferentes niveles, una misma narrativa. Spielberg hace una declaración de amor a la cultura popular y nos comparte su tesis que dice, en resumen, lo siguiente: puede que estos universos sean creados como alternos al nuestro, pero lo modifican y lo mejoran día con día y gracias a estos mundos, el nuestro es uno diferente.

Como conclusión endulzada y, quizá un poco jocosa, creo que sin duda es una cinta que puede resonar fuertemente en la audiencia que llega a ella por curiosidad, por conocimiento, por especialización o por ingenuidad, alertando desde el inicio un mensaje muy claro: ¿estás listo, jugador? Sólo me queda la esperanza que la cinta pueda ser una experiencia para el usuario como Star Wars, The Legend of Zelda, Star Treck, Astro Boy, Harry Potter y como miles y millones de narrativas a las que alguna vez nos expusimos por primera vez y resultaron ser más que sólo gráficos o palabras, sino experiencias de esas que te cambian la vida.



Ficha técnica:

Ready Player One (2018)
Dir. Steven Spielberg

Warner Bros