lunes, 26 de junio de 2017

El Planeta del Tesoro

What? Una película tan vieja. Sí, y vale la pena hablar de ella. No daré alerta SPOILERS porque, let’s be real, si no la has visto para el día de hoy, es tu culpa.

Como la describirían varios de mis amigos, esta película es una “joya de Disney infravalorada” y, si bien no usaría esos mismos calificativos yo, debo decir que estoy de acuerdo. Para mí, El Planeta del Tesoro sufrió un caso de mal timing, ya que nació en una época en la que las princesas aún tenían el grueso de la población comiendo de su mano y una película tan alejada a la norma clásica y romántica que estas películas presentaban era, sin duda, una piedrita en el arroz.

A pesar de todo, si bien la película ronda alrededor del 70% de aceptación en las diversas críticas especializadas, no le impidió estar nominada a un Oscar y tener un grupo de seguidores fieles que la aprecian, justamente, por ser una propuesta diferente.

La cinta salió en 2002, una época de transición entre la animación 2D y 3D. La novedad que el 3D representaba, ya como recurso regular, no como lujo de la producción causó, invariablemente, una migración del espectador, dejando la animación 2D en un temporal aislamiento de las preferencias de la crítica. Si bien en El Planeta del Tesoro vemos pequeños experimentos de animación “3D” (o, más bien, un 2.5), no es suficiente para clasificarlo como tal y debe abordarse como una película de animación tradicional.

¿Qué es El Planeta del Tesoro? Para mí es una exploración muy dulce de tres temas que Disney casi no tocaba durante este periodo (90’s y principios de la primera década del 2000):

  1. La redención personal y paso por la adolescencia
  2. El sueño de la exploración y conocimiento de nuevos mundos (lo que después los hipsters quisieran patentar como el Wanderlust)
  3. El abordaje a la masculinidad y los ritos de paso sociales impuestos en un hombre

Esto, envuelto en una capa muy atractiva de piratas espaciales; en una artística y onírica reinterpretación de la novela homónima de Robert Louis Stevenson, usando el espacio como símil del océano.

Para mí es sorprendente la maestría técnica tan grande que despliega la película, especialmente tomando como parámetro otras cintas Disney de la época. Para mí, uno de los más grandes logros del Planeta del Tesoro es la construcción de ambientes virtuales tan atractivos. El espacio, pese a su profunda relación científica con nosotros los humanos, es también fuente de gran belleza artística y uno de los más grandes misterios en nuestros sueños. En El Planeta del Tesoro, los paisajes espaciales están llenos de vivos colores con el contraste adecuado, presentando una atmósfera de ensueño que parece ser digital, acuarela, fotografía y magia a la vez.

Además, en cuanto al lenguaje cinematográfico, creo que el Planeta del Tesoro está un poco encima del promedio de esa década Disney, con encuadres muy acertados y perspectivas naturales que ayudan un poco más a la inmersión del observador en la historia y su mundo.

Si bien estos son puntos fuertes, la animación de primer plano, dígase personajes y acciones en escena, me parece sí bastante promedio e incluso es evidente para alguien que conozca un buen historial Disney, como tiene muchas secuencias recicladas, un recurso soso que posiblemente tenga más que ver con el tiempo y costo de producción de una película tan atípica, que con el trabajo de los animadores.

Regresando al fondo.

Como ya dijimos, El Planeta del Tesoro (al igual que el libro inspiración) es lo que se conoce una historia sobre el “comming of age”, ideal para el mercado al que, en teoría, Disney se dirige.

Jim es un personaje que, a pesar de la apariencia teeny pop, realmente logra mostrar una construcción profunda y compleja en su forma de actuar, pensar y relacionarse con los demás. Sí, definitivamente es un adolescente voluble, así como todos lo fuimos alguna vez. Esto, sin embargo, no es un rasgo que debilite al personaje, sino que ayuda a conectar mejor con la audiencia que es similar y a ser comprendido por la audiencia que ya pasó por esto.

¿Por qué? Para mí Jim está diseñado justo en el punto adecuado para representar un adolescente real, no la versión demandante, llorona, dramática y popularidad-céntrica que Disney empezó a engendrar a partir de ahí. Sus cambios de humor son una reacción adecuada a los estímulos de otros personajes, si filosofía inicial de vida es un correcto desarrollo de sus circunstancias históricas y su crecimiento personal llega al límite adecuado según la suma de lo que experimenta durante el relato. Jim es un modelo ideal para que el joven puede hacer una decantación personal y experimentar de forma vicaria las amenidades crueles (o lo que parece cruel en ese momento) del mundo a nuestro alrededor. Además, Jim no desempeña una función tradicional heróica y, salvo ciertos detalles muy Disney, está construído casi como un anti-heroe en el lado justiciero. Es esta ambivalencia entre el ser “promedio” y el “buscar sobresalir a como de lugar” la que permite que Jim no sea una figura aspiracional inalcanzable, sino un parámetro ideal a seguir en la búsqueda del crecimiento personal. En pocas palabras, Jim Hawkins es lo más cercano a un príncipe Disney.

Una buena parte de la progresión emocional del personaje de Jim descansa en el viaje a lo desconocido como metáfora (y un pedacito literal). Esto me fascina porque fue de las primeras cintas que yo vi con la llegada del Nuevo Milenio que ponen en primer plano ese sentimiento que ahora quieren pasar con la etiqueta de moda: Wanderlust.

Muchas películas cotemporaneas y previas a esta, Disney o no, mostraban personajes con el gusto por el viaje y conocer el mundo: Jazmin, por ejemplo o Bella. Pero hay una diferencia sutil entre ellas y Jim. Ellas buscan una vía de escape de su mundo pequeño, para ampliar sus horizontes, sin importar a dónde vayan. Jim tiene la desesperada necesidad de moverse, con un destino fijo y el placer no está en irse, sino en llegar allá.

El viaje en barco, nave, a pie, caballo, tren o como sea, ha sido un recurso literario casi obligado para acompañar el rito de paso a la madurez ya que, como dirían los seguidores fervientes del Wanderlust: “viajar te cambia” y sí, en efecto, lo hace.

El centro de esta aventura discursiva en el Planeta del Tesoro es como el viaje de su hogar a un planeta desconocido le permite a Jim cambiar su visión del mundo y enfrentar seres diferentes a él (literalmente en este caso) para aprender todo lo que el mundo puede ofrecer. A bordo del barco camino al planeta del tesoro, Jim descubre como el mundo puede ser rígido, cruel, ignorante de los problemas, mentiroso, avaricioso y agrio; pero también como puede ser tierno, disciplinado, ingenuo, bien intencionado y, más que todo, protector. Es gracias a esta integración de valores en contraste que Jim puede dejar de lado finalmente su visión caprichosa y egocéntrica del mundo, para dar un paso hacia adelante y decir, citando la canción central de la cinta: “sólo quiero ser real y sentir el mundo igual”.

Hablemos de John Silver.

El ciborg ambivalente de la cinta. ¿Es bueno? ¿es villano? ¿Qué es? Bueno, para términos freudianos simples es: un padre.

Si bien la revelación de John Silver como el aparente villano de la cinta no es sorpresa para nadie (te la cantan bastante durante la introducción), lo que es verdaderamente valioso es el desarrollo que tuvo como un no-villano y su relación paternal con Jim. Eso sí es lo que sale, una vez más, de la norma Disney de la época.

Es en John Silver en quien la historia descarga esta discusión sobre el valor y la definición de la verdadera masculinidad. Que de hecho, en un breve paréntesis, eso es para mí una de las grandes contribuciones de la cinta: el abordaje a lo masculino intentando tener pocos tabúes y pocos paradigmas. En su momento, Disney ya había hecho muchas exploraciones (con o sin éxito, eso ya es relativo) de lo femenino y había dejado poco trecho para que los niños (varones) exploraran su propia madurez y la ostentación individual de su género que no fueran figuras irreales que presentaran estándares, no sólo unilaterales, sino inalcanzables (dígase Hércules, Shang, Tarzán, etc a pesar de que sus películas sí son buenas, pero esa es una cuestión independiente).

Jim es, como Morph, la materia prima adaptable al molde de lo “masculino”, en una edad en la que “debería” estar moldeado y que, hasta ahora, carece de guía. A través de la relación de John y Jim se representa el pase generacional de lo “masculino” de un hombre a otro. A pesar de que la cinta intenta presentar a John como “el villano” (y no es que no tenga éxito, pero es difícil engañarnos con un personaje que es, tan evidentemente, no-villano) es él quién se encarga del desarrollo integral de Jim, no sólo mostrándole habilidades básicas de la vida, sino dándole la lección más grande de la cinta… que no, no es “tu fuerza viene de tu grandeza”, bueno sí en nivel superficial… la lección realmente es: “ser un hombre no depende de lo que se espera de ti, sino de lo que tú creas de ti mismo”… algo que Zeus quiso abordar con su “un héroe no se mide por el tamaño de sus músculos, sino por el de su corazón” pero que apenas alcanzó a rozar levemente.

Lo mejor, es que toda esta exploración de lo masculino se hace, sí con un fuerte protagonismo, pero sin suprimir a la figura femenina ni subyugarla a un papel inferior en pro de “exaltar al hombre” y eso es algo que, si bien no estaba de moda en la época, hoy aprobarían los lobbies revolucionarios de género.

Finalmente, no creo que sea una de las mejores películas de Disney en la historia ni que merezca mucho más en las calificaciones de la crítica, pero sí considero que no sólo es una película que se valora muy por debajo de su verdadero mérito, sino que no se entiende a la profundidad que ostenta. El Planeta del Tesoro fue sin duda una de mis favoritas como niño y al día de hoy, volviéndola a visitar, me doy cuenta el por qué.



Ficha técnica:

El Planeta de Tesoro (2002)
Dir. Ron Clements
De: Clements, Musker y Edwards


Walt Disney Pictures

lunes, 5 de junio de 2017

Wonder Woman

Recita la canción de Hello, Dolly!, escrita por Jerry Herman: “It takes a woman”. BIG SPOILER ALERT!

Ayer tuve la fortuna, porque eso es lo que fue, de ver Wonder Woman, la más reciente película del universo DC conocido por El Caballero de la Noche, Cómo Arruinar a Superman y el enemigo comercial declarado de Marvel (a.k.a. la perra de Marvel). Sí, como es de esperarse, Wonder Woman es otra cinta más de superhumanos que quiere servir como ladrillo para construir el proyecto “Liga de la Justicia”.

La película quizá es la vía de redención de DC ante los espectadores modernos del cine (¿recuerdan el fiasco de Superman? Sino, aquí les hablo un poco de eso). A pesar de lo denso del estilo visual y narrativo de DC, Wonder Woman es una película sorprendentemente llevadera, fácil de ver y que sí, usando el lugar común, “te mantiene al borde de tu asiento”.

¿Qué componentes integran el éxito de esta cinta?

  1. Yes, it is a wonder WOMAN

Evidentemente no se podría hacer una película de Wonder Woman en el 2017 sin tener que echar mano de las ideologías feministas (más segunda ola, por suerte).

Me gusta la forma en la que se presenta no sólo a Diana o las Amazonas, sino al cúmulo de mujeres que componen la cinta: reales, fuertes, sin ser mártires y con un entendimiento del mundo que va más allá del paradigma de la ideología de género. Desde Etta Candy y su completa disposición al trabajo duro y la lealtad inquebrantable, hasta la mujer desconocida en la trinchera que fuese la única entre todos en tener la iniciativa de levantar la voz y pedir auxilio por su pueblo, a sabiendas que estaba fuera de sus capacidades hacer cualquier cosa.

Ya en un plano más evidente, Wonder Woman como figura del empoderamiento (lo que sea que eso signifique) de las mujeres. Como nota al margen, siempre me ha parecido muy fútil el uso de la palabra “empoderamiento”, el poder no se obtiene, se ejerce y no es un bien que pueda otorgarse y mantenerse como cualquier título… en fin… regresando al tema.

Diana nos presenta un Lawful Good de pies a cabeza, con la combinación adecuada de pasión, innocencia, determinación, atractivo y fuerza como para ser virtualmente una figura aspiracional por excelencia. Aún así, exploramos un lado humano (lol) de ella que SÍ está dentro de los límites dramáticos del personaje (coff coff Superman), moldeándola y logrando una curva de evolución creíble y, a la vez, conmovedora (de la que hablaré en el punto siguiente mejor).

Sí, en pocas palabras y términos simples: esta Wonder Woman es un buen modelo a seguir (más allá de la discusión innecesaria acerca de sus atributos físicos) para quien quiera encontrar una figura en la cultura popular moderna que nos enseñe que, en efecto, las mujeres son fuertes y, aún más importante, que pueden ser agentes de cambio claves en la historia del mundo.

2. El bien y el mal… ish

Wonder Woman es una cinta que, en terminos de rol, nos cuenta el relato de un extremo Lawful atrapado en un ambiente extremo Chaotic. Además, Diana vive en una isla apartada del mundo de forma tanto literal como figurativa. Su perspectiva del mundo es una dicotomía fantástica del bien y el mal como valores absolutos y representados por figuras arquetípicas de cada uno de los extremos del espectro.

El mundo afuera es muy diferente. El caos nace justamente de la ausencia de estos extremos. Son las áreas intermedias representados por los no-tan-buenos y no-tan-malos los que detonan los conflictos y las desventuras. Parte del desarrollo de Diana en la cinta es acompañado por la audiencia en redescubrir aquello que sabemos de sobra: el mundo no funciona de esa manera. Esto es importante en dos sentidos:

Primeramente porque es una película de superhéroes; es decir, el tipo de literatura (no, no es un género aún) que es posiblemente el parangón de la moralidad (coff coff Superman) y que ahora deconstruye para nosotros la idea del pedestal moral inmaculado para decir: está bien, el mundo no es perfecto, pero justo por eso se necesita quién quiera salvarlo y esto hace que la narrativa tenga sorprendentes giros que separan esta cinta de una tan lineal y purista tradición DC.

En segundo lugar, le abre la posibilidad al espectador (sin caer en lo cheesy) de que toda persona puede llegar a ser un héroe o, más bien, a hacer actos heroicos para mejorar al mundo: Está Diana, una heroína con conducta modelo, sin vicios y con un fuerte sentido del deber y que no necesita un pasado oscuro para sobresalir (coff coff Power Rangers), pero también tenemos un Ares que, en su propia moralidad torcida, quiere lograr un mundo mejor; a la vez, un conglomerado de humanos que sí tienen pasados tormentosos y que, a pesar de todo, pueden unirse en una causa común bajo el estandarte que ella representa. Para la cinta, no hay excusa, ser un héroe es cosa de decisión, no de poderes divinos.

3. Un impecable diseño de producción

DC, debo concederlo, siempre ha mantenido un buen nivel en cuanto a las cuestiones estéticas de sus cintas. Wonder Woman, por supuesto, no iba a ser la excepción. Mantenemos una atmósfera con alto contraste predominante, luces difusas y tono oscuro. Las secuencias animadas de acción son un gran logro y contribuyen a una verdadera experiencia visual. Además (y esto es algo que sí me sorprende) tiene un diseño sonoro impecable que permite una verdadera inmersión en la historia y una creación sensorial de los espacios que, perdónenme si me equivoco, ni siquiera Nolan ejecutó con tanto éxito.

Quise dedicar una viñeta a esto (quienes me han leído saben que me voy más por el lado del análisis que por las cuestiones puramente cinematográficas) porque algo que aprecié enormemente en Wonder Woman es su lenguaje cinematográfico.

Este lo ilustraré con un caso específico que, para ponerle un título cómico, llamaremos: el caso del bigote en la armadura.

Existe una notoria complicidad entre los creadores de esta cinta y tanto la dirección como los guionistas parecen saber muy bien cómo construir la sorpresa, los clímax (y anticlímax) y el manejo de la información.

Esto lo pude ver en la escena del parlamento, la introducción de Sir Patrick.

Tómenlo como alarde o no, pero si en algo soy muy bueno es en leer lenguaje simbólico en los productos culturales. Desde que apareció Sir Patrick en cuadro mi pensamiento fue: “Ese es Ares”. No porque sea predecible per se (también es ya un truco mío bastante entrenado) sino porque la construcción del lenguaje narrativo juega un papel muy muy dinámico.

Desmenuzamos al fórmula:

  • Bases simbólicas: las amazonas nos cuentan en sus leyendas la existencia de un dios poderoso y malévolo llamado Ares, quien controla la guerra y desea ver la extinción de la raza humana (pasándose por el arco del triunfo la mitología griega). Esta construcción mitológica la complementan personajes como Diana e Hipólita que, en este momento, son nuestras voces guía en el mundo nuevo que estamos conociendo por lo que sus palabras se vuelven nuestra ley. Esta es la base sobre la que nuestra imaginación tan hiperactiva (ayudada por los símbolos primordiales en nuestro inconsciente) trabaja para crear lo que esperamos de Ares en la cinta.

  • Ya en el desarrollo del mundo extraordinario (irónicamente, nuestro mundo), comienza la construcción de nuevos personajes que van adquiriendo fuerza en el relato. Entre ellos, tenemos dos en particular que parecen representar dos extremos de un mismo problema: Ludendorff, un alemán cruel y malhumorado que es partícipe importante en la Gran Guerra y Sir Patrick, un poco imponente y muy propio inglés que busca desesperadamente la amnistía. Por supuesto, nuestro pensamiento mecánico que opera con paradigmas ya tan repetitivos vuela directamente a Ludendorff y dice, para citar a las dos chicas detrás de mí en el cine: “Ese es Ares, obvio”.

  • Mucha atención en esta parte de la fórmula. Ludendorff es el primero en ser presentado y establecido ante la audiencia, maximizando sus rasgos crueles, demostrando su aparente posición de poder sobre la Dra. Veneno y dejando en claro su interés de seguir la guerra hasta ganar. Casi de forma inmediata, introducimos a Sir Patrick con una secuencia de encuadres que son, sino otra cosa, curiosos. No hay un stablishing shot del parlamento, entramos directo a la acción viendo a nuestros personajes entre el ajetreo del encuadre o en segundos planos, nunca retomándolos a ellos de primera instancia. Es entonces cuando la cinta muestra un primer plano de Sir Patrick, en su elocuente discurso para lograr la paz, diciéndonos de forma simbólica: “este personaje también importa y mucho (tanto que lo presentamos primero a él antes de ver a nuestros otros dos personajes centrales)”. Además, se le da a la audiencia un montón de información sobre Sir Patrick sin hablar de él, sino en contraste con su opuesto: el otro hombre del parlamento que le alega la importancia de seguir en el movimiento armado. Aquí se crea la dicotomía del “bien y el mal” y toda esa carga simbólica cae sobre Sir Patrick

  • Salimos del parlamento y vemos ahora sí a nuestros personajes principales nuevamente discutiendo acerca de “porque nadie escucha a un hombre tan bueno como Sir Patrick que lo único que quiere es la paz” a lo que Steve nos contesta: “las cosas no son tan fáciles en este mundo” y, ergo, aparece nuevamente nuestro querido Sir Patrick en escena, rompiendo todo protocolo británico de la época (ilustrado en unos breves segundos en la película) y dirigiéndose primero a la mujer y no al hombre en escena. Boom: ese es Ares. No sólo está siendo investido de la carga simbólica de la lucha entre el bien y el mal (que más adelante probará ser mucho más que una simple dicotomía), sino que cumple con el último requisito del personaje que Hipólita amablemente nos comparte: “él la va a encontrar a ella”. Ludendorff es sólo un cebo ingenioso con el que la dirección se burla (en un sentido positivo) del espectador para crearle una construcción climática que desemboca en un falso villano, preámbulo al mal verdadero.

Bueno, todo este rollo no explica porque la sección se llama: “el caso del bigote en la armadura”, así que aquí está el por qué:

Es fácil para la cinta engañar al espectador con Sir Patrick ya que, dentro de nuestros paradigmas tan rígidos: “villano que se respete debe lucir malo e imponente”. Para nosotros, alguien como Sir Patrick, delgado, viejo, simplón y con un bigote así no puede ser el dios de la guerra. De hecho yo estaba esperando un momento de transfiguración en que salieran Jason Momoa y dijera: yo soy el verdadero Ares, este enclence es sólo un disfraz”, pero no.

Esto, debo decir, me parece algo MARAVILLOSO y totalmente inesperado. DC dio al fin con algo con lo que Marvel no le puede hacer competencia: romper esquemas. Marvel (y Disney por añadidura) sí son productoras monstruosas y con grandes músculos creativos pero también son puristas en su simbología (pues apelan a la masa) y difícilmente harían algo como este detallazo.

Desde ayer en la noche hasta ahorita, no he recibido ningún comentario de la película (bueno o malo) que no incluya el: “pero el bigote, mínimo se lo hubieran quitado, se veía súper raro debajo de la armadura”… como si un hombre de la tercera edad, con bigote y delgado no pudiera ser un “villano” (coff coff Musolini, coff coff Hitler).

La genialidad de esta cuestión reside más que nada en el hecho de este doble giro dramático en que, por una parte, quieren jugarle al espectador con la bina entre Sir Patrick y Ludendorff por la apropiación del signo de Ares y, en seguida, incluso para los que sí pudimos ver detrás del humo, tienen una nueva trump card al decir: pues sí, este es nuestro villano, pero sí, así como lo ves y así es como piensa (así se construye un villano, Superman).

¡Y no sólo eso! (miren, hasta uso signos de admiración), esto demuestra que la historia misma es leal a su moraleja: cambiar esquemas. Así como Diana aprendió las amenidades de la raza humana y pudo cambiar sus esquemas de pensamiento tan adoctrinados, nosotros podemos hacer lo mismo, superando el que el villano “luce bien raro” para entender que el mal y el bien no son siempre como los pintan.

Oh boy, ahora todos vamos a esperar mucho de DC con esta cinta y pues… bueno… DC



Ficha técnica:

Wonder Woman (2017)
Dir: Patty Jenkins
De: Heinberg, Snyder y Fuchs
Basado en el personaje de William Muolton Marston

DC Entretainment

martes, 16 de mayo de 2017

El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada

El puro título nos remonta a todos los previos productos culturales del género de acción, aventura y fantasía, así como sus clichés. Sin embargo, esta vez nos contaron un cuento tan viejo de formas tan novedosas. Spoiler alert.

El Rey Arturo, ¿de qué trata? Realmente es una pregunta que pocos de la audiencia hacían durante el acceso a la sala. Cuando ya sabemos lo que nos van a contarnos, nuestra expectativa está realmente en el cómo lo van a hacer y creo que El Rey Arturo nos dio algo que no esperábamos.

La fórmula tradicional del cine épico está llena de elementos repetitivos como: los combates impresionantes en cámara lenta, largas descripciones visuales del crecimiento del héroe de niño alfeñique a héroe machote, romance con una mujer cabrona a la que derrite con su actitud douchy y muchos, muchos, muchos efectos especiales. El Rey Arturo (la del 2017 al menos) tiene casi nada de eso (pista: sí, sí están los muchos, muchos, muchos efectos especiales).

Para comenzar, es un producto que se vuelve interesante, más allá del si es bueno o no per se, debido al choque literario entre dos extremos de la vara: un cuento de hadas clásico y ancestral, contado de manera post moderna y atípica.

La historia hace uso de resúmenes en cámara y flash fowards in situ, lo cual en sí mismo es extravagante tanto para el cine épico como para el cine comercial (que era, bajo mis prejuicios, lo que aspiraba a encontrar en esta cinta). Por ejemplo, la infancia de Arturo (muy mesiánico, muy Moisés el asunto) te la cuentan completa en poco menos de dos minutos, sin perder detalle. Esta es quizá la primera secuencia que resalta en la cinta, por su misma esencia extranjera: vemos crecer a Arturo de la infancia a la adultez en un fast foward que, a pesar de todo, no pierde continuidad ni claridad. En un segundo momento atípico y, valga decirlo, bastante divertido, vemos una reunión clandestina de Arturo y los demás rebeldes que se oponen al tío tirano (típico) en la que están planeando una acción a futuro; sin embargo, vemos intercalada en la pantalla el tiempo presente y esa posibilidad futura mientras Arturo lo narra en ambos tiempos (sus diálogos están tanto en el presente como en el futuro). Es en este momento en que sabes que no has dado con sólo otra película épica del montón y que, al menos, quizo lograr un diferenciador para llamar la atención del público.

Sí, es cierto que el mito de Arturo es una fantasía en toda regla; aún así, no pude evitar sentir emociones encontradas al ver la caracterización de los personajes. Si hay una frase que describa el vestuario y maquillaje de la cinta sería: medieval post moderno chic.

Gambesones cosidos evidentemente a máquina, gorros de tela con mucho swag, cortes de cabello modernos y aspiracionales para todo chico que busca definir su masculinidad imitando a estos tipos duros a lo Momoa. Esta fórmula ¡es infalible! Imagínalo, querido lector, un grupo de hombres rudos con armas medievales que visten a lo medieval, sin renunciar a la estética moderna tan atractiva y que patean traseros a tiranos locos, ni siquiera Rápido y Furioso puede competir con este nivel de testosterona.

Ya sobre ese tenor, la película está llena de swag por todos lados, permeando en la construcción arquetípica del héroe fantástico y dándonos un Arturo un poco más caprichoso, un poco más cool y un mucho menos elegante: un Ragnar Lothbroke inglés. La escena previa a la batalla final en la que camina con Excálivur raspando el suelo no sólo genera una gran tensión emocional a quién aprecia ese tipo de armas, sino que le alborota las neuronas a los adolescentes observantes.

La película definitivamente no es mala, ni buena... es un cero a la izquierda, pero tiene grandes aciertos. Para mí, el mayor de todos es lograr crear una fantasía medieval y un cuento de hadas calibrando el texto lo suficiente para tener la dosis adecuada de post modernidad, sin caer en lo ridículo o lo superficial.

El elenco es maravilloso, no sólo por sus capacidades histriónicas, sino porque entendieron adecuadamente la idea del directo para esta cinta (quién valga decirlo también, hizo un gran trabajo manteniendo su Broforce en todo momento): los gags, la ideología, el estilo, la construcción de la fantasía, todo funciona como maquinita de reloj, bastante cohesivo y bastante coherente con lo que la cinta ostenta lograr.

Detalles negativos, siempre los habrá, especialmente porque sino tengo nada malo que decir, el blog no es divertido. La chica Merlín me generó demasiada expectativa y entregó muy poco, apilando una interpretación robótica (aunque funcional), un nulo sex appeal y un rol bastante menor en comparación a su símil directo, el gran mago Arturiano. Aunque, lo que sí es memorable, es el hecho de que sea un personaje que (al fin) no haya cedido a los pseudo encantos de un personaje cuya cabeza no le cabe sobre los hombros… digo, un cambio nunca cae mal.

Otra cosa que noté y que me parecen ciertamente un error, es la inclusión de material basura en la cinta. Yo vengo principalmente de la palabra escrita, es lo que más me gusta consumir y lo que más me gusta producir y creo que una de las máximas literarias es: “no le des a tu audiencia algo que no vaya a utilizar” y con el Rey Arturo me sucedió en múltiples ocasiones.

Una de las más notorias, a mi parecer, es el momento en que el tío loco y tirano casi termina su torre mágica, se acerca al altar y despiertan en él unos extraños poderes sobrenaturales que, sinceramente, no volvemos a ver nunca más. La fuente del poder maligno del tío (Jude Law) es más que nada una especie de bruja marina (Úrsula para adultos) que lo convierte en un bersek sobrenatural a cambio de la sangre de alguien que ame mucho (en un intento de humanizar al pobrecillo). Esos poderes sobrenaturales le ayudan a estar incluso a la altura de Excálivur, pero… no se parecen a los que muestra en ese fragmento mínimo en la torre, ni parecen tener relación alguna… así que es sólo información basura, para darle un toque más mágico (y consumir tiempo de cinta). Como este hay varios, pero no podría enlistar todos porque, con lo poco memorables que son, ya olvidé la mayoría.

Entonces, ¿es una buena película o no? La realidad es que eso no importan porque al menos es una película que vale la pena verse… e intentar salvar tan deprimente taquilla.

Puede parecer bastante atípico también para este blog hablar de una película de manera tan superficial, ya que normalmente (si has leído más de una entrada) son reseñas que abordan mucho más el fondo que la forma de las películas. Esta excepción se debe al caso que esta película es casi pura forma y tiene un verdadero nivel de excelencia exclusivamente en la forma. ¿Fondo? Claro, tiene un poco, como la crítica social (muy Generación Y) a los gobiernos tiránicos y al uso del miedo y la violencia para control de la población, introduciendo elementos de revolución subversiva bastante anacrónicos como el “grafitti”… pero, la verdad, no es suficiente para que me inspire otras dos o tres cuartillas ni tampoco requiere mucho más desenredo, ya que es un fondo que está muy a la vista, incluso para el observador menos experimentado.

Btw, sorry por el abuso del sarcasmo.


Ficha técnica
King Arthur: Legend of the Sword (2017)
Dir: Guy Ritchie
De: Joby Harold
Warner Bros Pictures



lunes, 3 de abril de 2017

Power Rangers (2017, claro)

¿Qué mejor manera de chavorruquear que ir al cine a ver los Power Rangers en tus casi 30?

Si bien no era la cinta más esperada del año, no tuvo la promoción más grande ni se espera que sea la ganadora de múltiples premios, nada de eso cambia el hecho de que las salas están, en su mayoría, llenas cada función.

¿Por qué? Porque si algo nos queda muy claro en esta década es que la nostalgia vende y un chingo.

Pero, aquí entra la pregunta del millón, ¿qué tal está?

Bien, es una película que está bien. No me da flojera buscar calificativos, no estoy haciéndole el paro ni se me acabó la creatividad para extenderme en una crítica más frívola y elaborada... esta vez es algo literal: es una película que está bien. Te da lo necesario para que valga tu tiempo y tu dinero, te divierte, te entretiene y si eres del grupo que vimos a estos súper héroes cuando teníamos años con cifras de 1 número, entonces te puede llegar a poner piel de gallina en algunos momentos. Eso sí, sin pena ni gloria en una época en que el cine heroico está en auge.

Para los puristas de la historia, Power Rangers 2017 puede representar un gran conflicto ya que se aliena demasiado la premisa original, así que les contaré aquí (ALERTA DE SPOILER) lo que sucede:

Rita es una ex Power Ranger (más específicamente la verde que, si bien la película no lo confirma, se puede intuir) que se volvió loca de poder en la Era Mesozoica (¡dinosaurios y aliens, bitches!) y quiso conquistar al mundo, traicionando a su equipo Ranger (del que Zordon era líder a.k.a. el Ranger Rojo) y buscando utilizar el cristal Zeo (¿recuerdan Power Ranger Zeo?) para dominar la vida en el planeta.

¿Qué sucede entonces? Zordon no logra vencer a Rita y destruyen toda la vida en el planeta con un meteorito, usando sus últimas fuerzas para ocultar las monedas de poder en espera del surgimiento de unos nuevos Rangers y suprimiendo el poder maligno de Rita, al menos hasta nuestra era. Entonces, un grupo de adolescentes con energía se topa por casualidad con las monedas de poder y se les confiere la misión de salvar al mundo de las garras de Rita, quién ha regresado de la muerte.

Osea, nada nuevo.

Si bien la película sigue la misma fórmula que todas las versiones predecesoras de nuestros amigos Rangers, no creo que exista queja al respecto porque es una fórmula con efectividad comprobada y que, sinceramente, todos esperamos de una película así. Buscar darle una dimensión más compleja de lo que la construcción dramática de los personajes puede dar (como en El Hombre de Acero) sólo sería estirar una historia que, como una liga, puede tronar al no poder soportar tanta demanda.

Algo que sí era muy esperado, sin embargo, era el despliegue de efectos visuales. Los Rangers originales, con su modesta tecnología de los 90's siempre estuvieron en los lugares privilegiados de efectos especiales. Pero ahora we know better and should do better. La verdad es que toda la construcción digital que viste la historia es medio deprimente: efectos reciclados de otras cintas similares, personajes totalmente digitales que carecen de todo atractivo (o forma definida, en todo caso) y construcción de entornos visuales que quizá hubieran sido novedosos por ahí del 2003. Sí, lo visual y lo estético no es lo fuerte de la cinta, pero nadie quiere verla por los efectos, sino por los golpes (que, por cierto, también son pocos y pobres).

En fin, quiero alejarme de las cuestiones técnicas que representan esta calificación de "sólo bien" y enfocarme en algo que encuentro mucho más importante: la construcción del discurso (sí, aquí vamos de nuevo).

Estamos en la época de los antihéroes, de eso no hay duda. Nuestros productos culturales buscan alejarse de la escuela de Campbell para crear, según ellos, personajes más completos y más "humanos" con los que podamos relacionarnos y en los que podamos encontrar la esperanza que antes entregaban los héroes clásicos, perfectos y "aburridos".

Power Rangers quiso subirse al tren, modificando la esencia básica de sus personajes y creando adolescentes más "realistas" y "complejos" (sí, las comillas son, en efecto, sarcasmo) para darle más sazón a la historia. Entonces, pasamos de tener típicos adolescentes buenos a típicos adolescentes disfuncionales en los que ahora debemos poner nuestras esperanzas.

Si alguien recuerda a Jason, Kimberly, Trini, Billy y Zack en los 90's recordarán un grupo de 5 jóvenes de Angel Grove que, más allá de su amistad compartían un interés común: el bien del mundo. Estos chicos eran jóvenes modelo para sus demás compañeros: buenos atletas (musculosos o no), estudiantes dedicados (brillantes o no) y ampliamente involucrados en el servicio comunitario de su localidad.

En el 2017, tenemos adolescentes que se sienten rechazados, que se sientes vulnerados y que buscan ser rebeldes al moverse fuera de la normativa que creen se les está imponiendo, porque asumen, en algún inconsciente que no logro comprender del todo, que rebelarse contra el sistema hegemónico requiere, en total grado, romper la ley, aislarse del mundo y dañar a cuánto se me ponga enfrente.

En casi 20 años pasamos de que nuestras figuras heroicas fueran parangones de justicia y virtud (para orgullo de Platón y Kant) a individuos nocivos que podemos corregir dándoles una responsabilidad que los distraiga (y obligue a dejar) los excesos dañinos que alteran el orden público.

Una gran parte del discurso que despliega Power Rangers 2017 es la idea de "ser merecedor del poder", tal es así que el punto de quiebre de Rita como villana se da con esas exactas palabras "Zordon no puede juzgar si soy o no digna". Sin embargo, eso es tan sólo un nivel muy superficial del discurso ya que, en realidad, al ver la evolución de los personajes de los Rangers podemos descubrir una cláusula en letras chiquitas: no se trata de merecer el poder, sino de merecer una segunda oportunidad... que se da a través del poder. ¿Sí es clara la diferencia?

Ahora la analogía del poder y la responsabilidad han virado en pro de salvar al individuo de sí mismo, no al mundo de un agente externo (lógica evolución de los temas dramáticos de la modernidad a la post modernidad). Entonces, el poder de proteger al mundo ya no es ostentado por súper hombres (a lo Nietzsche) sino hombres con súper poderes. En el plano del "merecer", los poderes ya no se invisten a aquellos cuya voluntad busca proteger, guiar y salvar al mundo, sino en aquellos que han perdido su rumbo dentro de este mundo y se salvan a sí mismos, a través del poder de "salvar a los demás". Esto es peligrosamente egoísta y perverso, al caer en la noción de que es una motivación que gira primordialmente sobre el Yo, no sobre el nosotros; siendo primero un impulso egocéntrico que mana y alimenta, de forma incidental, el bienestar de los demás. Para muestra: la presencia de los Power Rangers 2017 no cambia el mundo en el que viven, lo que cambia es su mundo individual, dentro de una realidad a la que siguen atados y que se encuentra, virtualmente, sin cambios.

¿Esto significa que el discurso está mal? No, en realidad. El poder como segunda oportunidad ha sido un tema recurrente en personajes de todo tipo, desde Batman hasta Aragon. Ser una luz de esperanza para aquellos que se sienten sin rumbo es un buen mensaje y la redención a través del crecimiento personal no es algo que alguien calificaría como malo.

¿Cuál es el problema entonces? El problema está en la falta del discurso complementario y en la unilateralidad del mensaje acerca del poder. ¿Por qué el líder siempre debe ser un criminal reformado? ¿Por qué el brillante no puede serlo sin una condición psicológica? ¿Por qué la bonita no puede serlo sin ser una perra? ¿Cuál es la necesidad tangible de balancear los buenos atributos, manchándolos de otros negativos, como si fuese algo ominoso el tener un personaje virtuoso?

Tenemos personajes que ofrecen este mensaje, anti héroes "humanos y no aburridos" con los que podemos relacionarnos y crecer. ¿Dónde quedó la otra parte? Si hubiésemos sido fieles a los Rangers originales, debimos haber visto una película protagonizada por jóvenes modelos a los que sus virtudes los llevan a poseer la responsabilidad de hacer un gran bien por el mundo, algo que no sólo sí existe, sino que debería ser deseable. En cambio, hay que manchar estas virtudes para hacerlos "reales", "no herméticos", "no aburridos" porque creemos que aquello que es virtuoso en realidad (no en lo utópico, pero sí en lo práctico) no es atractivo.

Todos como creativos, guionistas y contadores de historias decimos repudiar a Superman y su rollo "tan perfecto" que no da cabida al verdadero desarrollo dramático, pero muy dentro de nosotros también vive un ente social, una pieza cualquiera de la comunidad, un mortal que desea que las cosas salgan bien, que la vida sea justa y que alguien como él nos rescate de nuestros problemas. Esa es también una necesidad humana que estamos poco a poco eligiendo suprimir.

Me dio mucho gusto ver a los nuevos Rangers superar sus problemas personales y redimirse a ojos del mundo al convertirse en héroes por primera vez... pero me queda la duda, ¿por qué no pudimos haber elegido jóvenes que ya fueran héroes antes, que ya hubieran elegido antes hacer lo correcto y hacerlos verdaderamente merecedores de ser en quienes podemos poner nuestras esperanzas?



Ficha técnica:

Power Rangers (2017)
Dir: Dean Israelite
De: John Gatins

Lionsgate Films


martes, 24 de enero de 2017

La La Land

  • Puede contener Spoilers

Soy un amante de los musicales y ya de entrada sabía que sí o sí terminaría viendo La La Land en el cine en cuanto pisara el suelo de mi ciudad. Sin embargo, así como soy un enamorado del género, soy muy exigente con él y normalmente intento ir sin expectativas para no sufrir decepciones brutales.

Debo decir que La La Land me era algo completamente ajeno y, por lo tanto, tenía cautiva mi curiosidad. Normalmente estamos acostumbrados a ver musicales que pasan del escenario a la pantalla grande y a atravesar por la inevitable comparación entre el oficio teatral y su metamórfosis a la pantalla grande. Pero La La Land prometía una experiencia sin precedentes.

De más está decir, una vez pasados los Golden Globes y las nominaciones de la Academia, que es una película que está hecha para ganarse el corazón de la audiencia y el ojo de los críticos.

Heredera del cine viejo y, mejor aún, de los musicales viejos, La La Land rinde un importante tributo a la época dorada del cine donde los musicales tenían un lugar valorado por su aporte cultural de ofrecer una experiencia artística completa al espectador: danza, música, actuación… el musical fue (y sigue siendo) el pináculo de las artes escénicas en su mayor extensión.

La cinta y su director hacen gala de un amplio conocimiento musical clásico, haciendo guiños muy evidentes a grandes cintas clásicas como An American In Paris, Grease, Singing In The Rain, Sweet Charity y West Side Story, de forma sutil pero sin pasar desapercibidas para el ojo versado en esta época del cine americano. No sólo eso, la influencia de esta época clásica en la cinta no sólo es evidente en el préstamo de cuadros y secuencias específicas, sino que incluso impregna al know how de los realizadores: la cámara parece entender de coreografías y bailar junto con los actores, como si hubiera sido manejada por el mismo Gene Kelly, demostrando que no sólo Rob Marshall sabe como traducir la danza a la dirección.

La La Land es una película que describiría hermosa en más de un sentido. Cuadros bien planificados y un diseño de producción que presume su punto fino. Cada toma, cada movimiento es una pequeña composición artística en sí misma con vibrantes colores y movimientos que adornan una de las estrellas principales del film: la música.

Como el mismo personaje de Sebastian dice: “el jazz está en agonía y debemos salvarlo” y esa es la máxima que le da un raison d’être a cada pieza que compone la cinta. Si bien el argot del jazz es básico y la variedad (tan inmensa en el género) se limita a unos pocos estilos centrales, el soundtrack no deja de ser un leitmotiv gigantesco que conecta cada punto de inflexión del trama, llevando de la mano a la audiencia, sin que esta lo sepa, de emoción en emoción, siguiendo el camino que el mismo texto quiere que sigas.

La La Land tiene casi en su totalidad piezas musicales originales, las cuales denotan, a diferencia de otros musicales escritos directamente para el cine, un verdadero conocimiento de las estructuras de la época clásica y la forma más tradicionalista de hacer el musical: transiciones suaves pero evidentes, despliegues de energía mientras avanza la historia y momentos de conexión con la audiencia, discretos pero seductores.

A pesar de esto, algo que me dejó con un gran sabor de boca es que, pese a toda esta apariencia tradicionalista y clásica en la forma del producto, existe un fondo que también tiene su lado revolucionario. La La Land rescata los modos clásicos, modernizándolos lo suficiente para hacerlos adecuados para una audiencia que, poco a poco, se ha ido alejando del género pero no demasiado que pierda la corazón de su conexión con la nostalgia del pasado.

Tenía mucho tiempo que no veía un musical nuevo tan bien logrado y orquestado desde que Baz Lurman creó Moulin Rouge! (al cuál también hay referencias) y es un gran repunte para revivir y restaurar la posición de honor del género del cine musical, especialmente de intentos apreciables, pero no completamente exitosos como Into The Woods y Les Miserables.

El cast está elegido con un cuidado excepcional, considerando no sólo las habilidades y perfiles actorales que requieren los personajes, sino la demanda musical y visual. Emma Stone crea un personaje memorable y muy humano que logra generar una gran empatía con el espectador. Si voz aterciopelada y aún en formación es una calidad casi moldeada para su personaje de la ingenue que busca abrirse poco a poco espacio en un mundo artístico al que aún parece no poder alcanzar. Ryan Gosling tiene una presencia aún más fuerte que la de ella, convirtiéndose en un personaje del que la audiencia no puede evitar enamorarse, pese a sus rasgos obsesivos y compulsivos. Gosling demuestra un sorprendente dominio vocal para las piezas de jazz y una inesperada tesitura que acompaña idealmente la personalidad de su personaje. Ambos protagonistas logran un desempeño que supera por mucho los requisitos de sus personajes.

Si bien la historia nos muestra un film romántico con estructura muy clásica, es refrescante tener el giro dramático final en que ambos personajes no terminan juntos. Esto, si bien no es del todo predecible, se anuncia constantemente a través de la relación simbólica que posee la historia con las estaciones del año. El que Mia y Sebastian no terminen juntos es, por supuesto, una lástima para el espectador que ha aprendido a amar a la pareja desde que los ve bailar en el universo reflejado del observatorio, pero es una conclusión lógica que genera sabor agridulce que el jazz de la cinta ha estado mostrando desde las primeras secciones. City of Stars es una de esas melodías que se convierten en éxito instantáneo y para aquellos que saben leer adecuadamente entre líneas, es el guiño simbólico que anuncia el final inminente.

De más está decir lo merecidos que son sus premios y nominaciones, ya que La La Land se las ha arreglado para darnos una producción memorable que seguramente atesoraremos durante muchos años. No tengo miedo de decir que se convirtió al instante en mi nueva película favorita ya que logró mezclar de forma perfecta, mi alma clásica con mi nata rebeldía moderna.

Gracias.




Ficha Técnica:

La La Land (27017)
Dir: Damien Chazelle
Música: Justin Hurwitz

Gilbert Films

Summit Entretainment