lunes, 10 de septiembre de 2018

Mamma Mia! Here we go again

Una grata sorpresa de mi año. Siendo un fan empedernido de los musicales, primeramente de los escénicos y, quizá por añadidura, de los del cine, la noticia de un Mamma Mia 2, sin precedente escénico y usando un soundtrack ya ordeñado bastante me parecía algo peligroso y grotesco, por lo que mi acercamiento fue totalmente sin expectativas y cuál es mi sorpresa ante un gran producto.

Entonces, ¿qué tiene de bueno y malo Mamma Mia! Here we go again? A continuación la visión de alguien sin expectativas previas y mucho conocimiento del arte del musical:

La película en sí misma; es decir, en su condición de producto cinematográfico no tiene mayor logro que el promedio; no sobresale sobre otras películas en su diseño de producción o lenguaje cinematográfico, ni siquiera en contraste con la entrega anterior que tiene un mucho mejor manejo de la cuestión técnica y la coreografía visual deseada en un producto musical (herencia de los logros legendarios del director Gene Kelly).

¿Qué causó en mí tal conmoción entonces?

Mamma Mia! nunca fue, siendo sinceros, un musical tan excepcional y gran parte de su éxito siempre le fue provisto por la fama consagrada de ABBA y el amor profundo de varias generaciones a su música. Si esto es en el escenario, no se podía esperar que la película levantara la vara muy alto y, si bien igualmente logró una mejor entrega de lo que se esperaba, igualmente cae en una cómoda zona promedio gracias al maravilloso elenco que, si bien presentan pocas capacidades vocales, logran crear personajes memorables y seductores para el espectador.

Mamma Mia! Here we go again busca huecos en la historia original para rellenarlos con un nuevo producto y la propuesta es hacer una narración del pasado de Donna a través de "flashbacks" musicales, en un relato paralelo con el presente de Sophie y su familia. Para tal efecto, Mamma Mia! Here we go again comienza casi con una dura sentencia: Donna, la amada protagonista original, ha muerto y los personajes ahora deben seguir sus vidas sin ella.

Entonces, la cinta nos ofrece una especie de double feature, en que vemos dos tiempos narrativos aislados: el pasado de Donna y el presente de Sophie, en narraciones independientes que muy pocas veces se tocan ya que no comparten casi elementos en común, salvo algunos personajes secundarios (que son maravillosos) y, por supuesto, el determinismo cronológico de ser la génesis de la historia original.

Mamma Mia! Here we go again recurre entonces a un formato de revista, quizá sobradamente episódico, para contar la vida de Donna mientras reduce la narrativa presente, quizá por el poco interés que podría causarnos, a una literalidad narrativa simple y predecible.

Los primeros minutos de Mamma Mia! Here we go again son difíciles, ya que el conflicto en el presente puede ser inverosímil y conocemos personajes nuevos, como Fernando Cienfuegos, que surgen virtualmente de la nada y que el film nos da pocos detalles sobre ellos; mientras tanto, en el pasado tenemos una narración más activa y rica, gracias a la carta abierta que ofrece la imaginación, pero que inserta canciones al por mayor de forma poco orgánica.

En este punto, estoy ponderando si la idea de crear una segunda película sobre esta historia era realmente necesaria.

Por suerte, después de un divertido, pero desafortunado número de Waterloo, las cosas comienzan a mejorar sorpresivamente. La historia detrás de Donna se vuelve más completa y la selección de música es cada vez más acertada, mientras en el presente, a pesar de la simpleza del conflicto, los personajes se ven más naturales y sinceros. Aquí es donde pude recuperar la esperanza en la cinta.

Lo "malo", para simplificar la critica, de Mamma Mia! Here we go again se puede resumir en las líneas previas: un primer acto flojo, con música metida con calzador y nula acción dramática. Lo "bueno" es todo lo que viene a continuación.

De alguna manera, el trabajo de guión logra repuntar y rescatar ambas líneas narrativas y con la llegada de Donna a la isla, las cosas comienzan a mejorar:

Mamma Mia!, el producto original, tiene una selección de música que para muchos es icónica y aunque dejó fuera en su versión original algunas piezas musicales de ABBA que resintió la audiencia, siempre se le consideró un buen soundtrack. Esto no es decir poco en un formato como la rockola musical, aquel que usa música previamente escrita y la adapta a una historia teatral. Esto requiere un esfuerzo importante de dramatización, extracción del discurso de la música y, en algunos casos, resemantización del mensaje original para lograr el efecto dramático buscado... y si Mamma Mia! hizo este trabajo de una manera correcta, en Mamma Mia! Here we go again lo hacen aún mejor.

Me sorprendió mucho la forma en la que la música era cada vez más narrativa y menos ilustrativa y como una dramaturgia que parecía sufrir en el primer acto ahora podía lograr momentos tan excepcionales como "The Name of the Game" y "Mamma Mia", superando incluso a la cinta original. A partir de este segundo acto, Mamma Mia! Here we go again deja de ser una "secuela" y se emancipa como producto independiente que se puede sostener por sí mismo.

Este segundo acto es todo lo que la película necesita para detonar la emoción y capturar al espectador, quizá escéptico, antes de un tercer acto curioso. De hecho, podría incluso decir que la película entera ES y se cuenta en ese segundo acto (el cuál podríamos englobar de I Have a Dream hasta Dancing Queen), ya que el tercer acto es más bien un epílogo a la historia, lleno de "fan service" que, en un musical como este no puede faltar.

Como breviario acerca de este tercer acto, un pequeño paréntesis antes de regresar al análisis central, es evidente que la película conoce su mercado cautivo y lo que ellos esperaban ver. La resolución de los conflictos, simple, anticlimático y cursi, son la excusa perfecta para elementos ahora sí cargados de mucha espectacularidad. Este tercer acto nos da momentos icónicos y bastante esperados por la audiencia, pese a lo poco "orgánicos" que puedan parecer, como las participaciones de Cher y Meryl Streep, así como un número final de la compañía completa. Esto quizá es lo que me causó más curiosidad en la cinta. Incluso, podríamos hacer una analogía algo fútil sobre su estructura en tres actos: el primero: ingenuo y problemático, el segundo: maduro y sólido, y el tercero: ya confiado y con el colmillo para seducir a la audiencia a su gusto. Sin duda, un trabajo poco sencillo, si bien planificado de esta manera y que logra dejar un buen sabor de boca en la audiencia que sale satisfecha con el producto.

Retomando el segundo acto y los grandes aciertos estructurales de la cinta, el uso de "I Have a Dream" me hizo saltar de mi asiento. Esta es la razón: en mi concepción previa, la cinta sólo podía ir en dos direcciones: usar la música ya dramatizada de la película anterior y buscar una nueva significación para ella o utilizar música nueva y esperar que el proceso de guión para musical funcionara de la manera adecuada y pudieran dramatizarse adecuadamente o fallar horriblemente. El primer acto me hizo pensar por un momento que ese último sería el caso, sin embargo, a su cierre con "I Have a Dream" pude recuperar la esperanza. La dramatización de este número suscribe completamente en la forma de dramatizar para el musical y es casi como un reprise tardío, quizá metadramático, que me hizo ver por fin un entendimiento adecuado del uso de la música en un producto como este. Esta nueva expectativa se cumplió en el desarrollo de un segundo acto sólido y maravilloso. El cierre ideal de esta estructura dramática musical fue la inclusión de "Mamma Mia" y "Dancing Queen" que no sólo narran adecuadamente el momento dramático en que se incluyen, sino que logran este guiño inteligente a la primera película, nuevamente en una metanarrativa excepcional (y llena de mucha complacencia, sí) y funcional.

En conclusión, si bien Mamma Mia! Here we go again es, en estricto tecnicísmo, una narrativa capitular fragmentada, simple y anticlimática; es decir, con menos conflicto y menos progresión dramática que la primera entrega, es mucho mejor en su trabajo de guión (empezando en el segundo acto), dramática y emocionalmente, y logra una mejor aproximación a la estructura real del musical; o en términos más simplones, es "más musical" que la primera y esto se agradece enormemente. Quizá Mamma Mia! Here we go again no trascienda más allá de su éxito inmediato durante este año y lo que queda de él, pero sin duda, en el microcosmos del musical cinematográfico y en el aún más pequeño cosmos de lo que podría llamarse, "el universo Mamma Mia" se va bien librada y con momentos que incluso son dignos de mención y replicación para futuros trabajos de dramatización musical para el cine.

Como nota final, al margen y completamente personal: ver a Cher y Meryl Streep juntas en un número de cierre musical de esa magnitud vale perfectamente las horas que te sientas a ver la película <3



Ficha técnica:

Dirección: Ol Parker
Basada en la historia original de: Catherine Johnson

Universal Pictures 2018

domingo, 8 de abril de 2018

Ready Player One

Han pasado poco menos de veinte minutos desde que salí de la sala de cine y llegué directo a mi computadora para escribir esta nota. No hay mejor forma que revivir temporalmente este blog (ahorita estoy clavado con otros temas) que con esta película.

Disclaimer: Esto es más una poética en ensayo que una crítica.

Para esta entrada nos centraremos exclusivamente en la película, no en el libro de donde proviene, ¿por qué?

  1. Para evadir el cliché clásico: “el libro es mejor”, OBVIAMENTE es mejor y siempre, en todos los casos será mejor, ese argumento dejó de ser válido desde Steel Magnolias.
  2. Porque es un medio masivo que seguramente podrá alcanzar a más personas en su corrida cinematográfica que el libro en sus reimpresiones y quisiera discutir las implicaciones del discurso.
  3. Porque se me da la gana :D

Es virtualmente obvia la forma en que mucho de esta película se cuelga del sentido de nostalgia y pertenencia del espectador y esto no es algo negativo. Spielberg construye una sinfonía maravillosa llena de guiños que dejan ver su propio bagaje cultural y consumo de la cultura pop en un manifiesto que le habla de uno a uno a su espectador, bien conocido, bien segmentado y ultra dirigido. Definitivamente, a pesar de ser una “buena película” (ya saben por qué las comillas), es en definitiva una película con un nicho muy bien definido.

Quisiera abordar la película y su mensaje propio, el cuál encuentro valioso, usando como guía citas específicas de la película que, aparte de ser significativas para mí, sintetizan adecuadamente los pilares del discurso.

Disclaimer 2: las citas pueden variar bastante de como son realmente porque se las dejé a mi memoria.

“A kid will be the owner of biggest economic source of the world”

Una visión transparente a la percepción que tiene IOI y su C.E.O. sobre el OASIS y que es bastante paralela a lo que podríamos apreciar en muchos estratos del entretenimiento actual.

Si bien es una crítica predecible y común, no deja de ser vigente. En toda la masa de referencias a los signos y personajes de culto que Ready Player One muestra, encuentra un tiempo exacto para recordarte dos cosas: 1. que todo ello, por maravilloso que parezca se ha convertido en una forma de negocio absorbida por compañías cuyo principal interés debe ser (según nuestro modelo capitalista) sus utilidades y 2. la lucha entre la soberanía del “making a buck” y el “have fun” se ha vuelto más reñida con los años.

Esta puede ser una denuncia pública del mismo Spielberg sobre el mundo al que pertenece, puede ser una declaración de guerra a las franquicias sin control o puede ser un sencillo argumento con el que el espectador se puede identificar. ¿Quién sabe? Lo importante de esta frase no viene de su significado contra el impacto del gigante corporativo, sino en algo mucho más sencillo: ¿qué es lo que vemos y pensamos nosotros como individuos?

Para mí, el limbo de significación se encuentra en la dicotomía de qué es precio y qué es valor. Yo gasté $10,000 en un Nintendo Switch que mi madre considera “demasiado costoso” porque lo vemos desde dos puntos de perspectivas diferentes. Para los protagonistas, perder el OASIS ante IOI no se trata de perder el control de sus finanzas o de su patrimonio, se trata de dejarles una parte de su vida. IOI tiene una verdadera fuerza comercial y tecnológica, como se nos muestra en la cinta, quizá hubieran podido crear un verdadero esplendor con el OASIS; sin embargo, los jugadores no buscan algo “mejor” o “más caro”, buscan una experiencia que es irrepetible. Para este Zeta (again, película, no libro) la primera motivación es la misma que muchos de nosotros tenemos al encender un juego: llegar a la meta, vivir la experiencia, las llaves no son la clave a la riqueza, o al menos no en una primera intención, sino a la grandeza a la que todo ser humano aspira tarde o temprano en su vida.

Esta parte del discurso tiene también otra vía de lectura menos evidente: la relación uno a uno entre el jugador y su juego. Con el constante crecimiento de la industria del videojuego, se ha cambiado el perfil del jugador y han surgido muchos nuevos, hemos evolucionado con ellos porque, ya sea como fuerza cultural, creativa o económica, se han convertido en una industria vital para el mercado global. Ahora demandamos más cosas, porque conocemos más cosas y estas se capitalizan también en nuestro imaginario: cada vez mejor gráfico, cada vez mejor interfaz, cada vez mejor inmersión, un juego sencillo de Atari ya no nos “es divertido”, no nos complace su simpleza, su facilidad, su apariencia, queremos más. Esta es la otra forma en que se puede leer esta frase, ese lado oscuro del jugador, tan acostumbrado al avance moderno, que también demanda ese lado comercial a su experiencia de entretenimiento al grado de, en muchos casos, hacerle perder el valor histórico cultural a algo que comenzó quizá como una forma de alegrarse al final del día.

“He’s my best friend in the OASIS… He’s my best friend”

Elegí esta para evitar la cursi “the OASIS is not a one player game”, pero la idea es la misma. Conectar con otra persona puede volverse complicado, especialmente en tiempos donde existen más barreras invisibles que físicas. Sin embargo, un interés en común, un momento compartido, una rivalidad inocente, todo esto puede convertirse en una forma de conectar con el otro, de forma real y de forma virtual.

Hemos construido un imaginario en que vemos al mundo digital y a las redes sociales como un “gran problema” en el mundo. Entre la búsqueda de la objetividad noticiosa y la aparente pérdida de la interpersonalidad real, hemos tachado a este universo como el camino a una inevitable catástrofe que Wall-E usa como centro de su mundo. Puede que así sea. Sin embargo, hemos aprendido a movernos en este nuevo ambiente y a crecer con él, hemos aprendido a experimentar y a descubrir sus límites. Ciertamente representa un peligro para algunas de nuestras costumbres actuales, siempre y cuando lo dejemos tomar control total.

En Ready Player One nuestros héroes tiene  un rasgo común importante: son absorbidos por la red sin ser consumidos por ella. La cinta nos habla de mediar entre estos dos “yo”, entre nuestra identidad Goffmaniana y nuestra identidad real y entender, muy a pesar, que no son lo mismo sino una construcción artificial del yo en performance y, sin embargo, los efectos de este nuevo mundo pueden llegar hasta nosotros tarde o temprano.

“I will not make the same mistake you did”

Un dejo ligero de la propia identidad del director, una pieza que nos comparte de lo que piensa de sí mismo.

Con los años, el auge del mundo del entretenimiento y su potencialidad transmodal han puesto “de moda” sus formas y signos. Ahora, ser geek (etiqueta que veo bastante problemática) es “lo de hoy”. Construimos un mundo totalmente inmiscuido en nuestros símbolos de “identidad” que a veces pasamos por alto el hecho de que estos también con marcas, también son filiales, también son recursos económicos. Por un lado, deploramos el hecho de ver “publicidad” en todos lados cuando llevar una camiseta de Avengers nos convierte en publicidad andante. ¿Cuál es la diferencia? El valor otorgado, los usos y gratificaciones (para usar un mejor término), el qué tanto significa eso para ti como usuario.

No obstante, esta virtud tiene su vicio y así como IOI capitaliza el OASIS para fines egoístas nosotros, como usuarios, como fans, podemos hacer lo mismo. Con esta nueva “moda” del geek hemos creado etiquetas y tribus que alimentamos según las amenidades de los universos que consumimos, ¿pero hasta qué punto los consumimos y hasta qué punto dejamos que nos consuman? Ahora vemos el conocimiento especializado de estos “fandom” como una moneda de cambio y pretendemos crear divisiones económicas según el capital de “especialización”. No jugamos para compartir, jugamos para competir, no consumimos para convivir, consumimos para segregar. Hemos creado estratos y obligaciones sociales en que ser llamado “poser” es un insulto de gran gravedad, en que quién tiene más datos es, de alguna manera, un ente con una moralidad superior y en el que la añoranza nostálgica se convierte en una tóxica obsesión por ella, para usarla como arma contra los jugadores “menos dignos” de nosotros y nuestro universo.

Es aquí donde Ready Player One no solamente hace una oda que exalta la cultura geek a las altas esferas de apreciación, sino que también rebaja este halo divino a un plano profano y nos recuerda que si Street Fighter y Halo, si Aventure y Overwatch pueden compartir una causa común, verse a los ojos como iguales y ser una sola gran fuerza orgullosa de defender su mundo, nosotros podemos hacerlo también, sin capitalizarlo, sin ver quién es “más fan” y así satisfacer la misma necesidad egoísta de IOI: no juego para colocarme sobre ti, juego para reconocerte a mi lado.

“There’s nothing more real than reality”

La frase de cierre de la cinta y para mí un discurso extravagante y curioso. ¿Por qué, fue mi primer pensamiento, una película que exalta la fantasía, la realidad alterna y nuestra necesidad por refugiarnos en estos mundos pondría este mensaje como su moraleja final? Porque sigue siendo también un discurso vigente y es, incluso, casi obligado al dirigirse a su audiencia cautiva.

Sí, estos universos que creamos y consumimos son nuestros por apropiación y sin útiles como forma alterna de vida vicaria. Todos hemos sido ese niño que juega solo en su habitación, que lee sus cómics en la cama, que mira su película favorita una y otra vez. Sabemos claramente todo el conocimiento profundo que tenemos de esos mundos y tenemos presente la idea de que no todos a nuestro alrededor lo comprenden (ergo, esta falacia del geek como el “bicho raro”, irónicamente ahora más popular que otra cosa); no obstante, ¿nos hemos detenido a pensar que tanto nosotros comprendemos de ese mundo a nuestro alrededor?

Ready Player One, a pesar de su fuerza nostálgica tan amplia, a pesar de su discurso engrandecedor de esta cultura, a pesar de la espectacularidad performática de nuestros símbolos, nos da un último jalón de orejas y nos recuerda que hay mucho más allá de los monitores de nuestras pantallas.

Todos los que nos identificamos con este mundo sabemos estos “eye rolling moments” de la vida y, sin embargo, la cinta nos hace un llamado a reevaluarlos en nuestra visión periférica. Finalmente, quizá no esté tan mal poner en pausa la consola diez segundos para una foto familiar, quizá no sea tan molesto dejar el libro para platicar con quienes nos acompañan en la comida, quizá no sea tan grave aplazar una partida para mirar el cielo de la tarde. Quizá, a pesar de lo hermoso de estos universos y lo necesarios que han sido para nosotros como edificadores de la identidad, también podamos encontrar en algún momento ese mismo confort en un mundo del que no podemos desligarnos completamente, pues sigue siendo “el más real”.

Finalmente, creo que es una cinta con un valor discursivo muy amplio y también con una construcción creativa maravillosa. Personajes limpios y bien delimitados, una estructura dramática que evita los tiempos muertos y un entramado literario adecuado para colocar la comedia, el drama y la catársis en los momentos adecuados. Quizá pueda ser, para un ojo menos acostumbrado, bastante ruidosa y cargada, pero es una película rica en estímulos visuales necesarios que sabe encontrar el punto ideal para apostar a la espectacularidad sin caer en la saturación. Los tintes y guiños variados de muchas franquicias y diferentes historias le dan una cualidad “larger than life” para que pueda ser visualizada (no sólo vista) por un mercado plural, sin edad y sin género y que puedan compartir, en diferentes niveles, una misma narrativa. Spielberg hace una declaración de amor a la cultura popular y nos comparte su tesis que dice, en resumen, lo siguiente: puede que estos universos sean creados como alternos al nuestro, pero lo modifican y lo mejoran día con día y gracias a estos mundos, el nuestro es uno diferente.

Como conclusión endulzada y, quizá un poco jocosa, creo que sin duda es una cinta que puede resonar fuertemente en la audiencia que llega a ella por curiosidad, por conocimiento, por especialización o por ingenuidad, alertando desde el inicio un mensaje muy claro: ¿estás listo, jugador? Sólo me queda la esperanza que la cinta pueda ser una experiencia para el usuario como Star Wars, The Legend of Zelda, Star Treck, Astro Boy, Harry Potter y como miles y millones de narrativas a las que alguna vez nos expusimos por primera vez y resultaron ser más que sólo gráficos o palabras, sino experiencias de esas que te cambian la vida.



Ficha técnica:

Ready Player One (2018)
Dir. Steven Spielberg

Warner Bros

lunes, 26 de junio de 2017

El Planeta del Tesoro

What? Una película tan vieja. Sí, y vale la pena hablar de ella. No daré alerta SPOILERS porque, let’s be real, si no la has visto para el día de hoy, es tu culpa.

Como la describirían varios de mis amigos, esta película es una “joya de Disney infravalorada” y, si bien no usaría esos mismos calificativos yo, debo decir que estoy de acuerdo. Para mí, El Planeta del Tesoro sufrió un caso de mal timing, ya que nació en una época en la que las princesas aún tenían el grueso de la población comiendo de su mano y una película tan alejada a la norma clásica y romántica que estas películas presentaban era, sin duda, una piedrita en el arroz.

A pesar de todo, si bien la película ronda alrededor del 70% de aceptación en las diversas críticas especializadas, no le impidió estar nominada a un Oscar y tener un grupo de seguidores fieles que la aprecian, justamente, por ser una propuesta diferente.

La cinta salió en 2002, una época de transición entre la animación 2D y 3D. La novedad que el 3D representaba, ya como recurso regular, no como lujo de la producción causó, invariablemente, una migración del espectador, dejando la animación 2D en un temporal aislamiento de las preferencias de la crítica. Si bien en El Planeta del Tesoro vemos pequeños experimentos de animación “3D” (o, más bien, un 2.5), no es suficiente para clasificarlo como tal y debe abordarse como una película de animación tradicional.

¿Qué es El Planeta del Tesoro? Para mí es una exploración muy dulce de tres temas que Disney casi no tocaba durante este periodo (90’s y principios de la primera década del 2000):

  1. La redención personal y paso por la adolescencia
  2. El sueño de la exploración y conocimiento de nuevos mundos (lo que después los hipsters quisieran patentar como el Wanderlust)
  3. El abordaje a la masculinidad y los ritos de paso sociales impuestos en un hombre

Esto, envuelto en una capa muy atractiva de piratas espaciales; en una artística y onírica reinterpretación de la novela homónima de Robert Louis Stevenson, usando el espacio como símil del océano.

Para mí es sorprendente la maestría técnica tan grande que despliega la película, especialmente tomando como parámetro otras cintas Disney de la época. Para mí, uno de los más grandes logros del Planeta del Tesoro es la construcción de ambientes virtuales tan atractivos. El espacio, pese a su profunda relación científica con nosotros los humanos, es también fuente de gran belleza artística y uno de los más grandes misterios en nuestros sueños. En El Planeta del Tesoro, los paisajes espaciales están llenos de vivos colores con el contraste adecuado, presentando una atmósfera de ensueño que parece ser digital, acuarela, fotografía y magia a la vez.

Además, en cuanto al lenguaje cinematográfico, creo que el Planeta del Tesoro está un poco encima del promedio de esa década Disney, con encuadres muy acertados y perspectivas naturales que ayudan un poco más a la inmersión del observador en la historia y su mundo.

Si bien estos son puntos fuertes, la animación de primer plano, dígase personajes y acciones en escena, me parece sí bastante promedio e incluso es evidente para alguien que conozca un buen historial Disney, como tiene muchas secuencias recicladas, un recurso soso que posiblemente tenga más que ver con el tiempo y costo de producción de una película tan atípica, que con el trabajo de los animadores.

Regresando al fondo.

Como ya dijimos, El Planeta del Tesoro (al igual que el libro inspiración) es lo que se conoce una historia sobre el “comming of age”, ideal para el mercado al que, en teoría, Disney se dirige.

Jim es un personaje que, a pesar de la apariencia teeny pop, realmente logra mostrar una construcción profunda y compleja en su forma de actuar, pensar y relacionarse con los demás. Sí, definitivamente es un adolescente voluble, así como todos lo fuimos alguna vez. Esto, sin embargo, no es un rasgo que debilite al personaje, sino que ayuda a conectar mejor con la audiencia que es similar y a ser comprendido por la audiencia que ya pasó por esto.

¿Por qué? Para mí Jim está diseñado justo en el punto adecuado para representar un adolescente real, no la versión demandante, llorona, dramática y popularidad-céntrica que Disney empezó a engendrar a partir de ahí. Sus cambios de humor son una reacción adecuada a los estímulos de otros personajes, si filosofía inicial de vida es un correcto desarrollo de sus circunstancias históricas y su crecimiento personal llega al límite adecuado según la suma de lo que experimenta durante el relato. Jim es un modelo ideal para que el joven puede hacer una decantación personal y experimentar de forma vicaria las amenidades crueles (o lo que parece cruel en ese momento) del mundo a nuestro alrededor. Además, Jim no desempeña una función tradicional heróica y, salvo ciertos detalles muy Disney, está construído casi como un anti-heroe en el lado justiciero. Es esta ambivalencia entre el ser “promedio” y el “buscar sobresalir a como de lugar” la que permite que Jim no sea una figura aspiracional inalcanzable, sino un parámetro ideal a seguir en la búsqueda del crecimiento personal. En pocas palabras, Jim Hawkins es lo más cercano a un príncipe Disney.

Una buena parte de la progresión emocional del personaje de Jim descansa en el viaje a lo desconocido como metáfora (y un pedacito literal). Esto me fascina porque fue de las primeras cintas que yo vi con la llegada del Nuevo Milenio que ponen en primer plano ese sentimiento que ahora quieren pasar con la etiqueta de moda: Wanderlust.

Muchas películas cotemporaneas y previas a esta, Disney o no, mostraban personajes con el gusto por el viaje y conocer el mundo: Jazmin, por ejemplo o Bella. Pero hay una diferencia sutil entre ellas y Jim. Ellas buscan una vía de escape de su mundo pequeño, para ampliar sus horizontes, sin importar a dónde vayan. Jim tiene la desesperada necesidad de moverse, con un destino fijo y el placer no está en irse, sino en llegar allá.

El viaje en barco, nave, a pie, caballo, tren o como sea, ha sido un recurso literario casi obligado para acompañar el rito de paso a la madurez ya que, como dirían los seguidores fervientes del Wanderlust: “viajar te cambia” y sí, en efecto, lo hace.

El centro de esta aventura discursiva en el Planeta del Tesoro es como el viaje de su hogar a un planeta desconocido le permite a Jim cambiar su visión del mundo y enfrentar seres diferentes a él (literalmente en este caso) para aprender todo lo que el mundo puede ofrecer. A bordo del barco camino al planeta del tesoro, Jim descubre como el mundo puede ser rígido, cruel, ignorante de los problemas, mentiroso, avaricioso y agrio; pero también como puede ser tierno, disciplinado, ingenuo, bien intencionado y, más que todo, protector. Es gracias a esta integración de valores en contraste que Jim puede dejar de lado finalmente su visión caprichosa y egocéntrica del mundo, para dar un paso hacia adelante y decir, citando la canción central de la cinta: “sólo quiero ser real y sentir el mundo igual”.

Hablemos de John Silver.

El ciborg ambivalente de la cinta. ¿Es bueno? ¿es villano? ¿Qué es? Bueno, para términos freudianos simples es: un padre.

Si bien la revelación de John Silver como el aparente villano de la cinta no es sorpresa para nadie (te la cantan bastante durante la introducción), lo que es verdaderamente valioso es el desarrollo que tuvo como un no-villano y su relación paternal con Jim. Eso sí es lo que sale, una vez más, de la norma Disney de la época.

Es en John Silver en quien la historia descarga esta discusión sobre el valor y la definición de la verdadera masculinidad. Que de hecho, en un breve paréntesis, eso es para mí una de las grandes contribuciones de la cinta: el abordaje a lo masculino intentando tener pocos tabúes y pocos paradigmas. En su momento, Disney ya había hecho muchas exploraciones (con o sin éxito, eso ya es relativo) de lo femenino y había dejado poco trecho para que los niños (varones) exploraran su propia madurez y la ostentación individual de su género que no fueran figuras irreales que presentaran estándares, no sólo unilaterales, sino inalcanzables (dígase Hércules, Shang, Tarzán, etc a pesar de que sus películas sí son buenas, pero esa es una cuestión independiente).

Jim es, como Morph, la materia prima adaptable al molde de lo “masculino”, en una edad en la que “debería” estar moldeado y que, hasta ahora, carece de guía. A través de la relación de John y Jim se representa el pase generacional de lo “masculino” de un hombre a otro. A pesar de que la cinta intenta presentar a John como “el villano” (y no es que no tenga éxito, pero es difícil engañarnos con un personaje que es, tan evidentemente, no-villano) es él quién se encarga del desarrollo integral de Jim, no sólo mostrándole habilidades básicas de la vida, sino dándole la lección más grande de la cinta… que no, no es “tu fuerza viene de tu grandeza”, bueno sí en nivel superficial… la lección realmente es: “ser un hombre no depende de lo que se espera de ti, sino de lo que tú creas de ti mismo”… algo que Zeus quiso abordar con su “un héroe no se mide por el tamaño de sus músculos, sino por el de su corazón” pero que apenas alcanzó a rozar levemente.

Lo mejor, es que toda esta exploración de lo masculino se hace, sí con un fuerte protagonismo, pero sin suprimir a la figura femenina ni subyugarla a un papel inferior en pro de “exaltar al hombre” y eso es algo que, si bien no estaba de moda en la época, hoy aprobarían los lobbies revolucionarios de género.

Finalmente, no creo que sea una de las mejores películas de Disney en la historia ni que merezca mucho más en las calificaciones de la crítica, pero sí considero que no sólo es una película que se valora muy por debajo de su verdadero mérito, sino que no se entiende a la profundidad que ostenta. El Planeta del Tesoro fue sin duda una de mis favoritas como niño y al día de hoy, volviéndola a visitar, me doy cuenta el por qué.



Ficha técnica:

El Planeta de Tesoro (2002)
Dir. Ron Clements
De: Clements, Musker y Edwards


Walt Disney Pictures

lunes, 5 de junio de 2017

Wonder Woman

Recita la canción de Hello, Dolly!, escrita por Jerry Herman: “It takes a woman”. BIG SPOILER ALERT!

Ayer tuve la fortuna, porque eso es lo que fue, de ver Wonder Woman, la más reciente película del universo DC conocido por El Caballero de la Noche, Cómo Arruinar a Superman y el enemigo comercial declarado de Marvel (a.k.a. la perra de Marvel). Sí, como es de esperarse, Wonder Woman es otra cinta más de superhumanos que quiere servir como ladrillo para construir el proyecto “Liga de la Justicia”.

La película quizá es la vía de redención de DC ante los espectadores modernos del cine (¿recuerdan el fiasco de Superman? Sino, aquí les hablo un poco de eso). A pesar de lo denso del estilo visual y narrativo de DC, Wonder Woman es una película sorprendentemente llevadera, fácil de ver y que sí, usando el lugar común, “te mantiene al borde de tu asiento”.

¿Qué componentes integran el éxito de esta cinta?

  1. Yes, it is a wonder WOMAN

Evidentemente no se podría hacer una película de Wonder Woman en el 2017 sin tener que echar mano de las ideologías feministas (más segunda ola, por suerte).

Me gusta la forma en la que se presenta no sólo a Diana o las Amazonas, sino al cúmulo de mujeres que componen la cinta: reales, fuertes, sin ser mártires y con un entendimiento del mundo que va más allá del paradigma de la ideología de género. Desde Etta Candy y su completa disposición al trabajo duro y la lealtad inquebrantable, hasta la mujer desconocida en la trinchera que fuese la única entre todos en tener la iniciativa de levantar la voz y pedir auxilio por su pueblo, a sabiendas que estaba fuera de sus capacidades hacer cualquier cosa.

Ya en un plano más evidente, Wonder Woman como figura del empoderamiento (lo que sea que eso signifique) de las mujeres. Como nota al margen, siempre me ha parecido muy fútil el uso de la palabra “empoderamiento”, el poder no se obtiene, se ejerce y no es un bien que pueda otorgarse y mantenerse como cualquier título… en fin… regresando al tema.

Diana nos presenta un Lawful Good de pies a cabeza, con la combinación adecuada de pasión, innocencia, determinación, atractivo y fuerza como para ser virtualmente una figura aspiracional por excelencia. Aún así, exploramos un lado humano (lol) de ella que SÍ está dentro de los límites dramáticos del personaje (coff coff Superman), moldeándola y logrando una curva de evolución creíble y, a la vez, conmovedora (de la que hablaré en el punto siguiente mejor).

Sí, en pocas palabras y términos simples: esta Wonder Woman es un buen modelo a seguir (más allá de la discusión innecesaria acerca de sus atributos físicos) para quien quiera encontrar una figura en la cultura popular moderna que nos enseñe que, en efecto, las mujeres son fuertes y, aún más importante, que pueden ser agentes de cambio claves en la historia del mundo.

2. El bien y el mal… ish

Wonder Woman es una cinta que, en terminos de rol, nos cuenta el relato de un extremo Lawful atrapado en un ambiente extremo Chaotic. Además, Diana vive en una isla apartada del mundo de forma tanto literal como figurativa. Su perspectiva del mundo es una dicotomía fantástica del bien y el mal como valores absolutos y representados por figuras arquetípicas de cada uno de los extremos del espectro.

El mundo afuera es muy diferente. El caos nace justamente de la ausencia de estos extremos. Son las áreas intermedias representados por los no-tan-buenos y no-tan-malos los que detonan los conflictos y las desventuras. Parte del desarrollo de Diana en la cinta es acompañado por la audiencia en redescubrir aquello que sabemos de sobra: el mundo no funciona de esa manera. Esto es importante en dos sentidos:

Primeramente porque es una película de superhéroes; es decir, el tipo de literatura (no, no es un género aún) que es posiblemente el parangón de la moralidad (coff coff Superman) y que ahora deconstruye para nosotros la idea del pedestal moral inmaculado para decir: está bien, el mundo no es perfecto, pero justo por eso se necesita quién quiera salvarlo y esto hace que la narrativa tenga sorprendentes giros que separan esta cinta de una tan lineal y purista tradición DC.

En segundo lugar, le abre la posibilidad al espectador (sin caer en lo cheesy) de que toda persona puede llegar a ser un héroe o, más bien, a hacer actos heroicos para mejorar al mundo: Está Diana, una heroína con conducta modelo, sin vicios y con un fuerte sentido del deber y que no necesita un pasado oscuro para sobresalir (coff coff Power Rangers), pero también tenemos un Ares que, en su propia moralidad torcida, quiere lograr un mundo mejor; a la vez, un conglomerado de humanos que sí tienen pasados tormentosos y que, a pesar de todo, pueden unirse en una causa común bajo el estandarte que ella representa. Para la cinta, no hay excusa, ser un héroe es cosa de decisión, no de poderes divinos.

3. Un impecable diseño de producción

DC, debo concederlo, siempre ha mantenido un buen nivel en cuanto a las cuestiones estéticas de sus cintas. Wonder Woman, por supuesto, no iba a ser la excepción. Mantenemos una atmósfera con alto contraste predominante, luces difusas y tono oscuro. Las secuencias animadas de acción son un gran logro y contribuyen a una verdadera experiencia visual. Además (y esto es algo que sí me sorprende) tiene un diseño sonoro impecable que permite una verdadera inmersión en la historia y una creación sensorial de los espacios que, perdónenme si me equivoco, ni siquiera Nolan ejecutó con tanto éxito.

Quise dedicar una viñeta a esto (quienes me han leído saben que me voy más por el lado del análisis que por las cuestiones puramente cinematográficas) porque algo que aprecié enormemente en Wonder Woman es su lenguaje cinematográfico.

Este lo ilustraré con un caso específico que, para ponerle un título cómico, llamaremos: el caso del bigote en la armadura.

Existe una notoria complicidad entre los creadores de esta cinta y tanto la dirección como los guionistas parecen saber muy bien cómo construir la sorpresa, los clímax (y anticlímax) y el manejo de la información.

Esto lo pude ver en la escena del parlamento, la introducción de Sir Patrick.

Tómenlo como alarde o no, pero si en algo soy muy bueno es en leer lenguaje simbólico en los productos culturales. Desde que apareció Sir Patrick en cuadro mi pensamiento fue: “Ese es Ares”. No porque sea predecible per se (también es ya un truco mío bastante entrenado) sino porque la construcción del lenguaje narrativo juega un papel muy muy dinámico.

Desmenuzamos al fórmula:

  • Bases simbólicas: las amazonas nos cuentan en sus leyendas la existencia de un dios poderoso y malévolo llamado Ares, quien controla la guerra y desea ver la extinción de la raza humana (pasándose por el arco del triunfo la mitología griega). Esta construcción mitológica la complementan personajes como Diana e Hipólita que, en este momento, son nuestras voces guía en el mundo nuevo que estamos conociendo por lo que sus palabras se vuelven nuestra ley. Esta es la base sobre la que nuestra imaginación tan hiperactiva (ayudada por los símbolos primordiales en nuestro inconsciente) trabaja para crear lo que esperamos de Ares en la cinta.

  • Ya en el desarrollo del mundo extraordinario (irónicamente, nuestro mundo), comienza la construcción de nuevos personajes que van adquiriendo fuerza en el relato. Entre ellos, tenemos dos en particular que parecen representar dos extremos de un mismo problema: Ludendorff, un alemán cruel y malhumorado que es partícipe importante en la Gran Guerra y Sir Patrick, un poco imponente y muy propio inglés que busca desesperadamente la amnistía. Por supuesto, nuestro pensamiento mecánico que opera con paradigmas ya tan repetitivos vuela directamente a Ludendorff y dice, para citar a las dos chicas detrás de mí en el cine: “Ese es Ares, obvio”.

  • Mucha atención en esta parte de la fórmula. Ludendorff es el primero en ser presentado y establecido ante la audiencia, maximizando sus rasgos crueles, demostrando su aparente posición de poder sobre la Dra. Veneno y dejando en claro su interés de seguir la guerra hasta ganar. Casi de forma inmediata, introducimos a Sir Patrick con una secuencia de encuadres que son, sino otra cosa, curiosos. No hay un stablishing shot del parlamento, entramos directo a la acción viendo a nuestros personajes entre el ajetreo del encuadre o en segundos planos, nunca retomándolos a ellos de primera instancia. Es entonces cuando la cinta muestra un primer plano de Sir Patrick, en su elocuente discurso para lograr la paz, diciéndonos de forma simbólica: “este personaje también importa y mucho (tanto que lo presentamos primero a él antes de ver a nuestros otros dos personajes centrales)”. Además, se le da a la audiencia un montón de información sobre Sir Patrick sin hablar de él, sino en contraste con su opuesto: el otro hombre del parlamento que le alega la importancia de seguir en el movimiento armado. Aquí se crea la dicotomía del “bien y el mal” y toda esa carga simbólica cae sobre Sir Patrick

  • Salimos del parlamento y vemos ahora sí a nuestros personajes principales nuevamente discutiendo acerca de “porque nadie escucha a un hombre tan bueno como Sir Patrick que lo único que quiere es la paz” a lo que Steve nos contesta: “las cosas no son tan fáciles en este mundo” y, ergo, aparece nuevamente nuestro querido Sir Patrick en escena, rompiendo todo protocolo británico de la época (ilustrado en unos breves segundos en la película) y dirigiéndose primero a la mujer y no al hombre en escena. Boom: ese es Ares. No sólo está siendo investido de la carga simbólica de la lucha entre el bien y el mal (que más adelante probará ser mucho más que una simple dicotomía), sino que cumple con el último requisito del personaje que Hipólita amablemente nos comparte: “él la va a encontrar a ella”. Ludendorff es sólo un cebo ingenioso con el que la dirección se burla (en un sentido positivo) del espectador para crearle una construcción climática que desemboca en un falso villano, preámbulo al mal verdadero.

Bueno, todo este rollo no explica porque la sección se llama: “el caso del bigote en la armadura”, así que aquí está el por qué:

Es fácil para la cinta engañar al espectador con Sir Patrick ya que, dentro de nuestros paradigmas tan rígidos: “villano que se respete debe lucir malo e imponente”. Para nosotros, alguien como Sir Patrick, delgado, viejo, simplón y con un bigote así no puede ser el dios de la guerra. De hecho yo estaba esperando un momento de transfiguración en que salieran Jason Momoa y dijera: yo soy el verdadero Ares, este enclence es sólo un disfraz”, pero no.

Esto, debo decir, me parece algo MARAVILLOSO y totalmente inesperado. DC dio al fin con algo con lo que Marvel no le puede hacer competencia: romper esquemas. Marvel (y Disney por añadidura) sí son productoras monstruosas y con grandes músculos creativos pero también son puristas en su simbología (pues apelan a la masa) y difícilmente harían algo como este detallazo.

Desde ayer en la noche hasta ahorita, no he recibido ningún comentario de la película (bueno o malo) que no incluya el: “pero el bigote, mínimo se lo hubieran quitado, se veía súper raro debajo de la armadura”… como si un hombre de la tercera edad, con bigote y delgado no pudiera ser un “villano” (coff coff Musolini, coff coff Hitler).

La genialidad de esta cuestión reside más que nada en el hecho de este doble giro dramático en que, por una parte, quieren jugarle al espectador con la bina entre Sir Patrick y Ludendorff por la apropiación del signo de Ares y, en seguida, incluso para los que sí pudimos ver detrás del humo, tienen una nueva trump card al decir: pues sí, este es nuestro villano, pero sí, así como lo ves y así es como piensa (así se construye un villano, Superman).

¡Y no sólo eso! (miren, hasta uso signos de admiración), esto demuestra que la historia misma es leal a su moraleja: cambiar esquemas. Así como Diana aprendió las amenidades de la raza humana y pudo cambiar sus esquemas de pensamiento tan adoctrinados, nosotros podemos hacer lo mismo, superando el que el villano “luce bien raro” para entender que el mal y el bien no son siempre como los pintan.

Oh boy, ahora todos vamos a esperar mucho de DC con esta cinta y pues… bueno… DC



Ficha técnica:

Wonder Woman (2017)
Dir: Patty Jenkins
De: Heinberg, Snyder y Fuchs
Basado en el personaje de William Muolton Marston

DC Entretainment

martes, 16 de mayo de 2017

El Rey Arturo: La Leyenda de la Espada

El puro título nos remonta a todos los previos productos culturales del género de acción, aventura y fantasía, así como sus clichés. Sin embargo, esta vez nos contaron un cuento tan viejo de formas tan novedosas. Spoiler alert.

El Rey Arturo, ¿de qué trata? Realmente es una pregunta que pocos de la audiencia hacían durante el acceso a la sala. Cuando ya sabemos lo que nos van a contarnos, nuestra expectativa está realmente en el cómo lo van a hacer y creo que El Rey Arturo nos dio algo que no esperábamos.

La fórmula tradicional del cine épico está llena de elementos repetitivos como: los combates impresionantes en cámara lenta, largas descripciones visuales del crecimiento del héroe de niño alfeñique a héroe machote, romance con una mujer cabrona a la que derrite con su actitud douchy y muchos, muchos, muchos efectos especiales. El Rey Arturo (la del 2017 al menos) tiene casi nada de eso (pista: sí, sí están los muchos, muchos, muchos efectos especiales).

Para comenzar, es un producto que se vuelve interesante, más allá del si es bueno o no per se, debido al choque literario entre dos extremos de la vara: un cuento de hadas clásico y ancestral, contado de manera post moderna y atípica.

La historia hace uso de resúmenes en cámara y flash fowards in situ, lo cual en sí mismo es extravagante tanto para el cine épico como para el cine comercial (que era, bajo mis prejuicios, lo que aspiraba a encontrar en esta cinta). Por ejemplo, la infancia de Arturo (muy mesiánico, muy Moisés el asunto) te la cuentan completa en poco menos de dos minutos, sin perder detalle. Esta es quizá la primera secuencia que resalta en la cinta, por su misma esencia extranjera: vemos crecer a Arturo de la infancia a la adultez en un fast foward que, a pesar de todo, no pierde continuidad ni claridad. En un segundo momento atípico y, valga decirlo, bastante divertido, vemos una reunión clandestina de Arturo y los demás rebeldes que se oponen al tío tirano (típico) en la que están planeando una acción a futuro; sin embargo, vemos intercalada en la pantalla el tiempo presente y esa posibilidad futura mientras Arturo lo narra en ambos tiempos (sus diálogos están tanto en el presente como en el futuro). Es en este momento en que sabes que no has dado con sólo otra película épica del montón y que, al menos, quizo lograr un diferenciador para llamar la atención del público.

Sí, es cierto que el mito de Arturo es una fantasía en toda regla; aún así, no pude evitar sentir emociones encontradas al ver la caracterización de los personajes. Si hay una frase que describa el vestuario y maquillaje de la cinta sería: medieval post moderno chic.

Gambesones cosidos evidentemente a máquina, gorros de tela con mucho swag, cortes de cabello modernos y aspiracionales para todo chico que busca definir su masculinidad imitando a estos tipos duros a lo Momoa. Esta fórmula ¡es infalible! Imagínalo, querido lector, un grupo de hombres rudos con armas medievales que visten a lo medieval, sin renunciar a la estética moderna tan atractiva y que patean traseros a tiranos locos, ni siquiera Rápido y Furioso puede competir con este nivel de testosterona.

Ya sobre ese tenor, la película está llena de swag por todos lados, permeando en la construcción arquetípica del héroe fantástico y dándonos un Arturo un poco más caprichoso, un poco más cool y un mucho menos elegante: un Ragnar Lothbroke inglés. La escena previa a la batalla final en la que camina con Excálivur raspando el suelo no sólo genera una gran tensión emocional a quién aprecia ese tipo de armas, sino que le alborota las neuronas a los adolescentes observantes.

La película definitivamente no es mala, ni buena... es un cero a la izquierda, pero tiene grandes aciertos. Para mí, el mayor de todos es lograr crear una fantasía medieval y un cuento de hadas calibrando el texto lo suficiente para tener la dosis adecuada de post modernidad, sin caer en lo ridículo o lo superficial.

El elenco es maravilloso, no sólo por sus capacidades histriónicas, sino porque entendieron adecuadamente la idea del directo para esta cinta (quién valga decirlo también, hizo un gran trabajo manteniendo su Broforce en todo momento): los gags, la ideología, el estilo, la construcción de la fantasía, todo funciona como maquinita de reloj, bastante cohesivo y bastante coherente con lo que la cinta ostenta lograr.

Detalles negativos, siempre los habrá, especialmente porque sino tengo nada malo que decir, el blog no es divertido. La chica Merlín me generó demasiada expectativa y entregó muy poco, apilando una interpretación robótica (aunque funcional), un nulo sex appeal y un rol bastante menor en comparación a su símil directo, el gran mago Arturiano. Aunque, lo que sí es memorable, es el hecho de que sea un personaje que (al fin) no haya cedido a los pseudo encantos de un personaje cuya cabeza no le cabe sobre los hombros… digo, un cambio nunca cae mal.

Otra cosa que noté y que me parecen ciertamente un error, es la inclusión de material basura en la cinta. Yo vengo principalmente de la palabra escrita, es lo que más me gusta consumir y lo que más me gusta producir y creo que una de las máximas literarias es: “no le des a tu audiencia algo que no vaya a utilizar” y con el Rey Arturo me sucedió en múltiples ocasiones.

Una de las más notorias, a mi parecer, es el momento en que el tío loco y tirano casi termina su torre mágica, se acerca al altar y despiertan en él unos extraños poderes sobrenaturales que, sinceramente, no volvemos a ver nunca más. La fuente del poder maligno del tío (Jude Law) es más que nada una especie de bruja marina (Úrsula para adultos) que lo convierte en un bersek sobrenatural a cambio de la sangre de alguien que ame mucho (en un intento de humanizar al pobrecillo). Esos poderes sobrenaturales le ayudan a estar incluso a la altura de Excálivur, pero… no se parecen a los que muestra en ese fragmento mínimo en la torre, ni parecen tener relación alguna… así que es sólo información basura, para darle un toque más mágico (y consumir tiempo de cinta). Como este hay varios, pero no podría enlistar todos porque, con lo poco memorables que son, ya olvidé la mayoría.

Entonces, ¿es una buena película o no? La realidad es que eso no importan porque al menos es una película que vale la pena verse… e intentar salvar tan deprimente taquilla.

Puede parecer bastante atípico también para este blog hablar de una película de manera tan superficial, ya que normalmente (si has leído más de una entrada) son reseñas que abordan mucho más el fondo que la forma de las películas. Esta excepción se debe al caso que esta película es casi pura forma y tiene un verdadero nivel de excelencia exclusivamente en la forma. ¿Fondo? Claro, tiene un poco, como la crítica social (muy Generación Y) a los gobiernos tiránicos y al uso del miedo y la violencia para control de la población, introduciendo elementos de revolución subversiva bastante anacrónicos como el “grafitti”… pero, la verdad, no es suficiente para que me inspire otras dos o tres cuartillas ni tampoco requiere mucho más desenredo, ya que es un fondo que está muy a la vista, incluso para el observador menos experimentado.

Btw, sorry por el abuso del sarcasmo.


Ficha técnica
King Arthur: Legend of the Sword (2017)
Dir: Guy Ritchie
De: Joby Harold
Warner Bros Pictures