lunes, 26 de junio de 2017

El Planeta del Tesoro

What? Una película tan vieja. Sí, y vale la pena hablar de ella. No daré alerta SPOILERS porque, let’s be real, si no la has visto para el día de hoy, es tu culpa.

Como la describirían varios de mis amigos, esta película es una “joya de Disney infravalorada” y, si bien no usaría esos mismos calificativos yo, debo decir que estoy de acuerdo. Para mí, El Planeta del Tesoro sufrió un caso de mal timing, ya que nació en una época en la que las princesas aún tenían el grueso de la población comiendo de su mano y una película tan alejada a la norma clásica y romántica que estas películas presentaban era, sin duda, una piedrita en el arroz.

A pesar de todo, si bien la película ronda alrededor del 70% de aceptación en las diversas críticas especializadas, no le impidió estar nominada a un Oscar y tener un grupo de seguidores fieles que la aprecian, justamente, por ser una propuesta diferente.

La cinta salió en 2002, una época de transición entre la animación 2D y 3D. La novedad que el 3D representaba, ya como recurso regular, no como lujo de la producción causó, invariablemente, una migración del espectador, dejando la animación 2D en un temporal aislamiento de las preferencias de la crítica. Si bien en El Planeta del Tesoro vemos pequeños experimentos de animación “3D” (o, más bien, un 2.5), no es suficiente para clasificarlo como tal y debe abordarse como una película de animación tradicional.

¿Qué es El Planeta del Tesoro? Para mí es una exploración muy dulce de tres temas que Disney casi no tocaba durante este periodo (90’s y principios de la primera década del 2000):

  1. La redención personal y paso por la adolescencia
  2. El sueño de la exploración y conocimiento de nuevos mundos (lo que después los hipsters quisieran patentar como el Wanderlust)
  3. El abordaje a la masculinidad y los ritos de paso sociales impuestos en un hombre

Esto, envuelto en una capa muy atractiva de piratas espaciales; en una artística y onírica reinterpretación de la novela homónima de Robert Louis Stevenson, usando el espacio como símil del océano.

Para mí es sorprendente la maestría técnica tan grande que despliega la película, especialmente tomando como parámetro otras cintas Disney de la época. Para mí, uno de los más grandes logros del Planeta del Tesoro es la construcción de ambientes virtuales tan atractivos. El espacio, pese a su profunda relación científica con nosotros los humanos, es también fuente de gran belleza artística y uno de los más grandes misterios en nuestros sueños. En El Planeta del Tesoro, los paisajes espaciales están llenos de vivos colores con el contraste adecuado, presentando una atmósfera de ensueño que parece ser digital, acuarela, fotografía y magia a la vez.

Además, en cuanto al lenguaje cinematográfico, creo que el Planeta del Tesoro está un poco encima del promedio de esa década Disney, con encuadres muy acertados y perspectivas naturales que ayudan un poco más a la inmersión del observador en la historia y su mundo.

Si bien estos son puntos fuertes, la animación de primer plano, dígase personajes y acciones en escena, me parece sí bastante promedio e incluso es evidente para alguien que conozca un buen historial Disney, como tiene muchas secuencias recicladas, un recurso soso que posiblemente tenga más que ver con el tiempo y costo de producción de una película tan atípica, que con el trabajo de los animadores.

Regresando al fondo.

Como ya dijimos, El Planeta del Tesoro (al igual que el libro inspiración) es lo que se conoce una historia sobre el “comming of age”, ideal para el mercado al que, en teoría, Disney se dirige.

Jim es un personaje que, a pesar de la apariencia teeny pop, realmente logra mostrar una construcción profunda y compleja en su forma de actuar, pensar y relacionarse con los demás. Sí, definitivamente es un adolescente voluble, así como todos lo fuimos alguna vez. Esto, sin embargo, no es un rasgo que debilite al personaje, sino que ayuda a conectar mejor con la audiencia que es similar y a ser comprendido por la audiencia que ya pasó por esto.

¿Por qué? Para mí Jim está diseñado justo en el punto adecuado para representar un adolescente real, no la versión demandante, llorona, dramática y popularidad-céntrica que Disney empezó a engendrar a partir de ahí. Sus cambios de humor son una reacción adecuada a los estímulos de otros personajes, si filosofía inicial de vida es un correcto desarrollo de sus circunstancias históricas y su crecimiento personal llega al límite adecuado según la suma de lo que experimenta durante el relato. Jim es un modelo ideal para que el joven puede hacer una decantación personal y experimentar de forma vicaria las amenidades crueles (o lo que parece cruel en ese momento) del mundo a nuestro alrededor. Además, Jim no desempeña una función tradicional heróica y, salvo ciertos detalles muy Disney, está construído casi como un anti-heroe en el lado justiciero. Es esta ambivalencia entre el ser “promedio” y el “buscar sobresalir a como de lugar” la que permite que Jim no sea una figura aspiracional inalcanzable, sino un parámetro ideal a seguir en la búsqueda del crecimiento personal. En pocas palabras, Jim Hawkins es lo más cercano a un príncipe Disney.

Una buena parte de la progresión emocional del personaje de Jim descansa en el viaje a lo desconocido como metáfora (y un pedacito literal). Esto me fascina porque fue de las primeras cintas que yo vi con la llegada del Nuevo Milenio que ponen en primer plano ese sentimiento que ahora quieren pasar con la etiqueta de moda: Wanderlust.

Muchas películas cotemporaneas y previas a esta, Disney o no, mostraban personajes con el gusto por el viaje y conocer el mundo: Jazmin, por ejemplo o Bella. Pero hay una diferencia sutil entre ellas y Jim. Ellas buscan una vía de escape de su mundo pequeño, para ampliar sus horizontes, sin importar a dónde vayan. Jim tiene la desesperada necesidad de moverse, con un destino fijo y el placer no está en irse, sino en llegar allá.

El viaje en barco, nave, a pie, caballo, tren o como sea, ha sido un recurso literario casi obligado para acompañar el rito de paso a la madurez ya que, como dirían los seguidores fervientes del Wanderlust: “viajar te cambia” y sí, en efecto, lo hace.

El centro de esta aventura discursiva en el Planeta del Tesoro es como el viaje de su hogar a un planeta desconocido le permite a Jim cambiar su visión del mundo y enfrentar seres diferentes a él (literalmente en este caso) para aprender todo lo que el mundo puede ofrecer. A bordo del barco camino al planeta del tesoro, Jim descubre como el mundo puede ser rígido, cruel, ignorante de los problemas, mentiroso, avaricioso y agrio; pero también como puede ser tierno, disciplinado, ingenuo, bien intencionado y, más que todo, protector. Es gracias a esta integración de valores en contraste que Jim puede dejar de lado finalmente su visión caprichosa y egocéntrica del mundo, para dar un paso hacia adelante y decir, citando la canción central de la cinta: “sólo quiero ser real y sentir el mundo igual”.

Hablemos de John Silver.

El ciborg ambivalente de la cinta. ¿Es bueno? ¿es villano? ¿Qué es? Bueno, para términos freudianos simples es: un padre.

Si bien la revelación de John Silver como el aparente villano de la cinta no es sorpresa para nadie (te la cantan bastante durante la introducción), lo que es verdaderamente valioso es el desarrollo que tuvo como un no-villano y su relación paternal con Jim. Eso sí es lo que sale, una vez más, de la norma Disney de la época.

Es en John Silver en quien la historia descarga esta discusión sobre el valor y la definición de la verdadera masculinidad. Que de hecho, en un breve paréntesis, eso es para mí una de las grandes contribuciones de la cinta: el abordaje a lo masculino intentando tener pocos tabúes y pocos paradigmas. En su momento, Disney ya había hecho muchas exploraciones (con o sin éxito, eso ya es relativo) de lo femenino y había dejado poco trecho para que los niños (varones) exploraran su propia madurez y la ostentación individual de su género que no fueran figuras irreales que presentaran estándares, no sólo unilaterales, sino inalcanzables (dígase Hércules, Shang, Tarzán, etc a pesar de que sus películas sí son buenas, pero esa es una cuestión independiente).

Jim es, como Morph, la materia prima adaptable al molde de lo “masculino”, en una edad en la que “debería” estar moldeado y que, hasta ahora, carece de guía. A través de la relación de John y Jim se representa el pase generacional de lo “masculino” de un hombre a otro. A pesar de que la cinta intenta presentar a John como “el villano” (y no es que no tenga éxito, pero es difícil engañarnos con un personaje que es, tan evidentemente, no-villano) es él quién se encarga del desarrollo integral de Jim, no sólo mostrándole habilidades básicas de la vida, sino dándole la lección más grande de la cinta… que no, no es “tu fuerza viene de tu grandeza”, bueno sí en nivel superficial… la lección realmente es: “ser un hombre no depende de lo que se espera de ti, sino de lo que tú creas de ti mismo”… algo que Zeus quiso abordar con su “un héroe no se mide por el tamaño de sus músculos, sino por el de su corazón” pero que apenas alcanzó a rozar levemente.

Lo mejor, es que toda esta exploración de lo masculino se hace, sí con un fuerte protagonismo, pero sin suprimir a la figura femenina ni subyugarla a un papel inferior en pro de “exaltar al hombre” y eso es algo que, si bien no estaba de moda en la época, hoy aprobarían los lobbies revolucionarios de género.

Finalmente, no creo que sea una de las mejores películas de Disney en la historia ni que merezca mucho más en las calificaciones de la crítica, pero sí considero que no sólo es una película que se valora muy por debajo de su verdadero mérito, sino que no se entiende a la profundidad que ostenta. El Planeta del Tesoro fue sin duda una de mis favoritas como niño y al día de hoy, volviéndola a visitar, me doy cuenta el por qué.



Ficha técnica:

El Planeta de Tesoro (2002)
Dir. Ron Clements
De: Clements, Musker y Edwards


Walt Disney Pictures

lunes, 5 de junio de 2017

Wonder Woman

Recita la canción de Hello, Dolly!, escrita por Jerry Herman: “It takes a woman”. BIG SPOILER ALERT!

Ayer tuve la fortuna, porque eso es lo que fue, de ver Wonder Woman, la más reciente película del universo DC conocido por El Caballero de la Noche, Cómo Arruinar a Superman y el enemigo comercial declarado de Marvel (a.k.a. la perra de Marvel). Sí, como es de esperarse, Wonder Woman es otra cinta más de superhumanos que quiere servir como ladrillo para construir el proyecto “Liga de la Justicia”.

La película quizá es la vía de redención de DC ante los espectadores modernos del cine (¿recuerdan el fiasco de Superman? Sino, aquí les hablo un poco de eso). A pesar de lo denso del estilo visual y narrativo de DC, Wonder Woman es una película sorprendentemente llevadera, fácil de ver y que sí, usando el lugar común, “te mantiene al borde de tu asiento”.

¿Qué componentes integran el éxito de esta cinta?

  1. Yes, it is a wonder WOMAN

Evidentemente no se podría hacer una película de Wonder Woman en el 2017 sin tener que echar mano de las ideologías feministas (más segunda ola, por suerte).

Me gusta la forma en la que se presenta no sólo a Diana o las Amazonas, sino al cúmulo de mujeres que componen la cinta: reales, fuertes, sin ser mártires y con un entendimiento del mundo que va más allá del paradigma de la ideología de género. Desde Etta Candy y su completa disposición al trabajo duro y la lealtad inquebrantable, hasta la mujer desconocida en la trinchera que fuese la única entre todos en tener la iniciativa de levantar la voz y pedir auxilio por su pueblo, a sabiendas que estaba fuera de sus capacidades hacer cualquier cosa.

Ya en un plano más evidente, Wonder Woman como figura del empoderamiento (lo que sea que eso signifique) de las mujeres. Como nota al margen, siempre me ha parecido muy fútil el uso de la palabra “empoderamiento”, el poder no se obtiene, se ejerce y no es un bien que pueda otorgarse y mantenerse como cualquier título… en fin… regresando al tema.

Diana nos presenta un Lawful Good de pies a cabeza, con la combinación adecuada de pasión, innocencia, determinación, atractivo y fuerza como para ser virtualmente una figura aspiracional por excelencia. Aún así, exploramos un lado humano (lol) de ella que SÍ está dentro de los límites dramáticos del personaje (coff coff Superman), moldeándola y logrando una curva de evolución creíble y, a la vez, conmovedora (de la que hablaré en el punto siguiente mejor).

Sí, en pocas palabras y términos simples: esta Wonder Woman es un buen modelo a seguir (más allá de la discusión innecesaria acerca de sus atributos físicos) para quien quiera encontrar una figura en la cultura popular moderna que nos enseñe que, en efecto, las mujeres son fuertes y, aún más importante, que pueden ser agentes de cambio claves en la historia del mundo.

2. El bien y el mal… ish

Wonder Woman es una cinta que, en terminos de rol, nos cuenta el relato de un extremo Lawful atrapado en un ambiente extremo Chaotic. Además, Diana vive en una isla apartada del mundo de forma tanto literal como figurativa. Su perspectiva del mundo es una dicotomía fantástica del bien y el mal como valores absolutos y representados por figuras arquetípicas de cada uno de los extremos del espectro.

El mundo afuera es muy diferente. El caos nace justamente de la ausencia de estos extremos. Son las áreas intermedias representados por los no-tan-buenos y no-tan-malos los que detonan los conflictos y las desventuras. Parte del desarrollo de Diana en la cinta es acompañado por la audiencia en redescubrir aquello que sabemos de sobra: el mundo no funciona de esa manera. Esto es importante en dos sentidos:

Primeramente porque es una película de superhéroes; es decir, el tipo de literatura (no, no es un género aún) que es posiblemente el parangón de la moralidad (coff coff Superman) y que ahora deconstruye para nosotros la idea del pedestal moral inmaculado para decir: está bien, el mundo no es perfecto, pero justo por eso se necesita quién quiera salvarlo y esto hace que la narrativa tenga sorprendentes giros que separan esta cinta de una tan lineal y purista tradición DC.

En segundo lugar, le abre la posibilidad al espectador (sin caer en lo cheesy) de que toda persona puede llegar a ser un héroe o, más bien, a hacer actos heroicos para mejorar al mundo: Está Diana, una heroína con conducta modelo, sin vicios y con un fuerte sentido del deber y que no necesita un pasado oscuro para sobresalir (coff coff Power Rangers), pero también tenemos un Ares que, en su propia moralidad torcida, quiere lograr un mundo mejor; a la vez, un conglomerado de humanos que sí tienen pasados tormentosos y que, a pesar de todo, pueden unirse en una causa común bajo el estandarte que ella representa. Para la cinta, no hay excusa, ser un héroe es cosa de decisión, no de poderes divinos.

3. Un impecable diseño de producción

DC, debo concederlo, siempre ha mantenido un buen nivel en cuanto a las cuestiones estéticas de sus cintas. Wonder Woman, por supuesto, no iba a ser la excepción. Mantenemos una atmósfera con alto contraste predominante, luces difusas y tono oscuro. Las secuencias animadas de acción son un gran logro y contribuyen a una verdadera experiencia visual. Además (y esto es algo que sí me sorprende) tiene un diseño sonoro impecable que permite una verdadera inmersión en la historia y una creación sensorial de los espacios que, perdónenme si me equivoco, ni siquiera Nolan ejecutó con tanto éxito.

Quise dedicar una viñeta a esto (quienes me han leído saben que me voy más por el lado del análisis que por las cuestiones puramente cinematográficas) porque algo que aprecié enormemente en Wonder Woman es su lenguaje cinematográfico.

Este lo ilustraré con un caso específico que, para ponerle un título cómico, llamaremos: el caso del bigote en la armadura.

Existe una notoria complicidad entre los creadores de esta cinta y tanto la dirección como los guionistas parecen saber muy bien cómo construir la sorpresa, los clímax (y anticlímax) y el manejo de la información.

Esto lo pude ver en la escena del parlamento, la introducción de Sir Patrick.

Tómenlo como alarde o no, pero si en algo soy muy bueno es en leer lenguaje simbólico en los productos culturales. Desde que apareció Sir Patrick en cuadro mi pensamiento fue: “Ese es Ares”. No porque sea predecible per se (también es ya un truco mío bastante entrenado) sino porque la construcción del lenguaje narrativo juega un papel muy muy dinámico.

Desmenuzamos al fórmula:

  • Bases simbólicas: las amazonas nos cuentan en sus leyendas la existencia de un dios poderoso y malévolo llamado Ares, quien controla la guerra y desea ver la extinción de la raza humana (pasándose por el arco del triunfo la mitología griega). Esta construcción mitológica la complementan personajes como Diana e Hipólita que, en este momento, son nuestras voces guía en el mundo nuevo que estamos conociendo por lo que sus palabras se vuelven nuestra ley. Esta es la base sobre la que nuestra imaginación tan hiperactiva (ayudada por los símbolos primordiales en nuestro inconsciente) trabaja para crear lo que esperamos de Ares en la cinta.

  • Ya en el desarrollo del mundo extraordinario (irónicamente, nuestro mundo), comienza la construcción de nuevos personajes que van adquiriendo fuerza en el relato. Entre ellos, tenemos dos en particular que parecen representar dos extremos de un mismo problema: Ludendorff, un alemán cruel y malhumorado que es partícipe importante en la Gran Guerra y Sir Patrick, un poco imponente y muy propio inglés que busca desesperadamente la amnistía. Por supuesto, nuestro pensamiento mecánico que opera con paradigmas ya tan repetitivos vuela directamente a Ludendorff y dice, para citar a las dos chicas detrás de mí en el cine: “Ese es Ares, obvio”.

  • Mucha atención en esta parte de la fórmula. Ludendorff es el primero en ser presentado y establecido ante la audiencia, maximizando sus rasgos crueles, demostrando su aparente posición de poder sobre la Dra. Veneno y dejando en claro su interés de seguir la guerra hasta ganar. Casi de forma inmediata, introducimos a Sir Patrick con una secuencia de encuadres que son, sino otra cosa, curiosos. No hay un stablishing shot del parlamento, entramos directo a la acción viendo a nuestros personajes entre el ajetreo del encuadre o en segundos planos, nunca retomándolos a ellos de primera instancia. Es entonces cuando la cinta muestra un primer plano de Sir Patrick, en su elocuente discurso para lograr la paz, diciéndonos de forma simbólica: “este personaje también importa y mucho (tanto que lo presentamos primero a él antes de ver a nuestros otros dos personajes centrales)”. Además, se le da a la audiencia un montón de información sobre Sir Patrick sin hablar de él, sino en contraste con su opuesto: el otro hombre del parlamento que le alega la importancia de seguir en el movimiento armado. Aquí se crea la dicotomía del “bien y el mal” y toda esa carga simbólica cae sobre Sir Patrick

  • Salimos del parlamento y vemos ahora sí a nuestros personajes principales nuevamente discutiendo acerca de “porque nadie escucha a un hombre tan bueno como Sir Patrick que lo único que quiere es la paz” a lo que Steve nos contesta: “las cosas no son tan fáciles en este mundo” y, ergo, aparece nuevamente nuestro querido Sir Patrick en escena, rompiendo todo protocolo británico de la época (ilustrado en unos breves segundos en la película) y dirigiéndose primero a la mujer y no al hombre en escena. Boom: ese es Ares. No sólo está siendo investido de la carga simbólica de la lucha entre el bien y el mal (que más adelante probará ser mucho más que una simple dicotomía), sino que cumple con el último requisito del personaje que Hipólita amablemente nos comparte: “él la va a encontrar a ella”. Ludendorff es sólo un cebo ingenioso con el que la dirección se burla (en un sentido positivo) del espectador para crearle una construcción climática que desemboca en un falso villano, preámbulo al mal verdadero.

Bueno, todo este rollo no explica porque la sección se llama: “el caso del bigote en la armadura”, así que aquí está el por qué:

Es fácil para la cinta engañar al espectador con Sir Patrick ya que, dentro de nuestros paradigmas tan rígidos: “villano que se respete debe lucir malo e imponente”. Para nosotros, alguien como Sir Patrick, delgado, viejo, simplón y con un bigote así no puede ser el dios de la guerra. De hecho yo estaba esperando un momento de transfiguración en que salieran Jason Momoa y dijera: yo soy el verdadero Ares, este enclence es sólo un disfraz”, pero no.

Esto, debo decir, me parece algo MARAVILLOSO y totalmente inesperado. DC dio al fin con algo con lo que Marvel no le puede hacer competencia: romper esquemas. Marvel (y Disney por añadidura) sí son productoras monstruosas y con grandes músculos creativos pero también son puristas en su simbología (pues apelan a la masa) y difícilmente harían algo como este detallazo.

Desde ayer en la noche hasta ahorita, no he recibido ningún comentario de la película (bueno o malo) que no incluya el: “pero el bigote, mínimo se lo hubieran quitado, se veía súper raro debajo de la armadura”… como si un hombre de la tercera edad, con bigote y delgado no pudiera ser un “villano” (coff coff Musolini, coff coff Hitler).

La genialidad de esta cuestión reside más que nada en el hecho de este doble giro dramático en que, por una parte, quieren jugarle al espectador con la bina entre Sir Patrick y Ludendorff por la apropiación del signo de Ares y, en seguida, incluso para los que sí pudimos ver detrás del humo, tienen una nueva trump card al decir: pues sí, este es nuestro villano, pero sí, así como lo ves y así es como piensa (así se construye un villano, Superman).

¡Y no sólo eso! (miren, hasta uso signos de admiración), esto demuestra que la historia misma es leal a su moraleja: cambiar esquemas. Así como Diana aprendió las amenidades de la raza humana y pudo cambiar sus esquemas de pensamiento tan adoctrinados, nosotros podemos hacer lo mismo, superando el que el villano “luce bien raro” para entender que el mal y el bien no son siempre como los pintan.

Oh boy, ahora todos vamos a esperar mucho de DC con esta cinta y pues… bueno… DC



Ficha técnica:

Wonder Woman (2017)
Dir: Patty Jenkins
De: Heinberg, Snyder y Fuchs
Basado en el personaje de William Muolton Marston

DC Entretainment